Era una llanura inmensa y ocre. Eran unas rocas y unas plantas forrajeras que lo recubrían todo. Y era un viento fuerte, un vendabal, en aquella inmensidad que no paraba de soplar. Era un cielo azul brillante que se veía entre las nubes, y un perro tímido que paseaba por aquel paisaje silencioso.
Hacía frío, y tus pasos sonaban como crujidos por la gravilla del suelo. En aquella tempestad seca eras la segunda parte del compás número cuarenta del Claro de Luna de Beethoven, siempre lo has sido. Y yo no podía alegrarme más, porque contigo el viento y el frío se habían marchado, y nos quedaban el paisaje y el perro.
***
Eran unas cartas que llegaban al buzón. Eran fotos de sitios lejanos que añoraban tu estancia. Eran acuarelas tímidas en momentos de euforia. Eran sellos y post-its, remitentes y sobres... puede que en correos se acaben cansando de nosotros.
***
Eran unas katiuskas negras apoyadas en tu salón. Eran paseos de madrugada, eran juicios sin sentido con lo que no podíamos evitar reírnos. También eran pijametas de colores que habían visto las noches con nosotros, tiradas en el parquet. Y por supuesto, eran lametones en la cara. Eran preguntas en inglés.
***
Era subir a los árboles, era salir del ascensor y ver al guitarrista, era escuchar esos acordes con mi nombre a las tres de la madrugada en el bajo blanco... Era tener la risa tonta, eran expos y arquitectos.
Y yo era una sonrisa de oreja a oreja
***
Y yo era una sonrisa de oreja a oreja