Raymond entró en el saloncito, llevaba un traje oscuro impecable y unos gemelos que hacían juego con sus ojos claros. Estaban todos ya charlando animadamente. Martha, Jack, Charles y otros tantos se encontraban agrupados entorno a la mesa de las copas discutiendo sobre el orden en el que debían servirse las mismas.
-¡Oh! Finalmente has venido, Ray. ¡Qué alegría!- dijo Martha.
-Si, Margaret se ha quedado en casa, no se encontraba bien. Pero la he dejado en buenas manos.- replicó mientras con la mirada buscaba disimuladamente una cara concreta entre los invitados.
-¿Te han dejado en paz los de la junta? Creí que vuestras reuniones duraban hasta tarde...- Le comentó Jack con interés.
-Err... no, hoy no ha sido así. La junta se reúne mañana. Hoy fue más tranquilo todo.- Comentó Ray sin interés. -¿Anthony no ha llegado aún?- dijo extrañado.
-Todavía no. ¡Pobre! A él le tienen atosigado en el bufete.- Se lamentaba Martha.- ¡Anna, no sirvas tanto, que de lo contrario acabaremos contándonos todo esta noche!- Reprimió entre risas.
Discretamente se disculpó para separarse del pequeño grupito, y se dispuso a recorrer la casa. Había llegado el momento de zanjar cierto asunto. Aquel que había comenzado en la salita de espera de la consulta del Doctor Thorton varias semanas atrás. Así pues, Raymond dio una vuelta para saludar al resto de invitados y así aprovechar y buscar a Cecily entre ellos. Todo eran plumas y tules parlanchines, y pajaritas de seda sonrientes. Hasta que la encontró fumando en la salita del sofá, acompañada de Ernest y Basil. Estaban los tres comentando la decoración de la sala sin mucho interés.
-¿Te han dejado en paz los de la junta? Creí que vuestras reuniones duraban hasta tarde...- Le comentó Jack con interés.
-Err... no, hoy no ha sido así. La junta se reúne mañana. Hoy fue más tranquilo todo.- Comentó Ray sin interés. -¿Anthony no ha llegado aún?- dijo extrañado.
-Todavía no. ¡Pobre! A él le tienen atosigado en el bufete.- Se lamentaba Martha.- ¡Anna, no sirvas tanto, que de lo contrario acabaremos contándonos todo esta noche!- Reprimió entre risas.
Discretamente se disculpó para separarse del pequeño grupito, y se dispuso a recorrer la casa. Había llegado el momento de zanjar cierto asunto. Aquel que había comenzado en la salita de espera de la consulta del Doctor Thorton varias semanas atrás. Así pues, Raymond dio una vuelta para saludar al resto de invitados y así aprovechar y buscar a Cecily entre ellos. Todo eran plumas y tules parlanchines, y pajaritas de seda sonrientes. Hasta que la encontró fumando en la salita del sofá, acompañada de Ernest y Basil. Estaban los tres comentando la decoración de la sala sin mucho interés.
-Buenas noches.- dijo Ray.
-Vaya, ¿acabas de llegar?- preguntó Basil.
-Hace poco.-respondió mirando únicamente a Cecily.
-¿Y Margaret?- preguntó ella.
-En casa. Prefirió quedarse descansando en esta noche.-
-Comentábamos que esta sala no tiene nada que ver con el salón grande...-empezó a explicar Ernest, pero Raymond ya no escuchaba.
-Están empezando a servir las copas... ¿No queréis nada?- Le cortó suavemente.
-Es cierto, vamos para allá.- Coincidió Ernest olvidando por completo el tema de conversación anterior.
Se levantaron los tres del sofá y se dirigieron a la sala grande a reunirse con los demás. Ray se rezagó adrede y atrajo a Cecily reteniendo sutilmente su vestido negro.
-Así que ahora vas a fiestas sólo...- le dijo burlona.
-No ha sido intencionado, quiero decir... Bueno, no importa. -Debía decirle de una vez que no podía ser, que se tenían que olvidar del asunto definitivamente, y en cambio, en un segundo se había olvidado de todo lo que tenía pensado decir.- Es que tenía que hablar contigo.- Acabó. Y mientras escogía las palabras adecuadas con las que seguir Cecily comenzó a hablar:
-No, no hace falta ya, Ray. Me he cansado. Margaret siempre va a estar ahí y yo no puedo estar eternamente esperando entre bastidores.-
Y sorprendentemente, al oír aquellas palabras Ray sintió como si un plomo cayera en su estómago. ¿Pero no era eso una liberación? Cecily siempre había sido muy bonita, y desde aquel encuentro fortuíto en casa del doctor Thorton parecía que había aumentado su belleza. Había llegado incluso a pensar en el divorcio, pero era cierto: Margaret siempre iba a estar ahí. ¿Entonces por qué le dolían tanto esas palabras? ¿Y por qué Cecily estaba tan radiante esa noche? ¡¿Y por qué había vuelto a quedarse en blanco?!
Raymond trató de mantener sereno el semblante, impenetrable, algo que sabía hacer a la perfección en situaciones de presión. Y mientras tanto, trataba de urdir una respuesta coherente y que no lo dejara en mal lugar. Sin embargo, Cecily fue de nuevo más rápida y le dijo con una sonrisa entre chulesca y sincera:
-Siempre has sido un tipo interesante, Ray. No pierdas eso.- y seguidamente le dio un beso en la mejilla.
Y tratando de disimular de nuevo la perplejidad que se veía en su cara, la siguió a la mesa de las bebidas y fue a tomarse un amargo gintonic.
-Vaya, ¿acabas de llegar?- preguntó Basil.
-Hace poco.-respondió mirando únicamente a Cecily.
-¿Y Margaret?- preguntó ella.
-En casa. Prefirió quedarse descansando en esta noche.-
-Comentábamos que esta sala no tiene nada que ver con el salón grande...-empezó a explicar Ernest, pero Raymond ya no escuchaba.
-Están empezando a servir las copas... ¿No queréis nada?- Le cortó suavemente.
-Es cierto, vamos para allá.- Coincidió Ernest olvidando por completo el tema de conversación anterior.
Se levantaron los tres del sofá y se dirigieron a la sala grande a reunirse con los demás. Ray se rezagó adrede y atrajo a Cecily reteniendo sutilmente su vestido negro.
-Así que ahora vas a fiestas sólo...- le dijo burlona.
-No ha sido intencionado, quiero decir... Bueno, no importa. -Debía decirle de una vez que no podía ser, que se tenían que olvidar del asunto definitivamente, y en cambio, en un segundo se había olvidado de todo lo que tenía pensado decir.- Es que tenía que hablar contigo.- Acabó. Y mientras escogía las palabras adecuadas con las que seguir Cecily comenzó a hablar:
-No, no hace falta ya, Ray. Me he cansado. Margaret siempre va a estar ahí y yo no puedo estar eternamente esperando entre bastidores.-
Y sorprendentemente, al oír aquellas palabras Ray sintió como si un plomo cayera en su estómago. ¿Pero no era eso una liberación? Cecily siempre había sido muy bonita, y desde aquel encuentro fortuíto en casa del doctor Thorton parecía que había aumentado su belleza. Había llegado incluso a pensar en el divorcio, pero era cierto: Margaret siempre iba a estar ahí. ¿Entonces por qué le dolían tanto esas palabras? ¿Y por qué Cecily estaba tan radiante esa noche? ¡¿Y por qué había vuelto a quedarse en blanco?!
Raymond trató de mantener sereno el semblante, impenetrable, algo que sabía hacer a la perfección en situaciones de presión. Y mientras tanto, trataba de urdir una respuesta coherente y que no lo dejara en mal lugar. Sin embargo, Cecily fue de nuevo más rápida y le dijo con una sonrisa entre chulesca y sincera:
-Siempre has sido un tipo interesante, Ray. No pierdas eso.- y seguidamente le dio un beso en la mejilla.
Y tratando de disimular de nuevo la perplejidad que se veía en su cara, la siguió a la mesa de las bebidas y fue a tomarse un amargo gintonic.