¿Nunca te
enseñaron en el colegio a no discriminar? A mí sí, pero creo que al señor Mas y
a otros tantos que andan sueltos destruyendo mi sociedad y mi país,
no.
Yo entiendo que haya
que preservar la cultura, cuidar las tradiciones, lo propio, aquello que nos
enorgullece y que nos enternece. Yo soy la primera que lloro al escuchar unas
habaneras, y que, al oír hablar a alguien en catalán siento como si estuviera
en casa.
Sin embargo,
llega un momento en el cual, el nacionalismo pasa a convertirse en un nazi-onalismo. Sí, quizá piensen ustedes
que exagero, pero en el momento en que se deja muy claro que “tú no eres de
aquí” y “tú nunca serás de aquí” se está discriminando, se está negando un
sentimiento y además, se está empobreciendo una sociedad. ¿Qué será lo
siguiente, cosernos la estrella de David en el hombro como si estuvieramos en
1933? Porque ya han traspasado ustedes la delgada línea entre ensalzar su
cultura y denigrar a aquel al que consideran extraneus. ¿No ven ustedes la fuga de intelectuales catalanes que se
está dando? ¡Se marchan! ¡Por ser tan estrechos de miras pierden ustedes a una
parte importantísima de su sociedad! Aunque si sólo les interesa la economía
también pueden ustedes mirar cuantas empresas están cambiando su domicio social
a otras partes de la península...
¿Qué quieren
ustedes? ¿Autonomía? ¿Otro tipo de financiación? ¿Independencia? ¿Acaso no se
dan cuenta ustedes de que sus políticos les mienten? ¿No entienden que cuando
les dicen que “¡Madrid ens roba!” son ellos los que abren las arcas de
Cataluña y roban a manos llenas sin ningún tipo de pudor? Sólo espero que
recuerden que papá-Estado no es aquello que les venden sus políticos, sino que
es la base que impide que ustedes caigan: no es viable la independencia (y sus
políticos lo saben). Y como comprenderán no creo que tengan ningún derecho a
explotar de forma privilegiada los recursos del Estado como si fueran los
únicos contribuyentes de este país.
Supongo que es
difícil mantener la cabeza fría cuando desde el colegio te enseñan que la Guerra de Independencia (1808) se llama
la Guerra del Francés; y me imagino también
que es difícil no dejarse llevar por unos cuantos, que hacen mucho ruido, que
prometen un futuro mejor y achacan la situación actual al Gobierno Central.
¡Qué provinciano! ¡Qué sensacionalista! ¡Qué vergüenza!
Por primera vez
en veintiún años que llevo viniendo a Barcelona he sentido vergüenza. Vergüenza
ajena por este adoctrinamiento arraigado y vergüenza propia por haberme sentido
en algún momento parte de esta cultura. He llegado a sentir repulsión hacia un
sitio que yo consideraba mi segundo hogar. Enhorabuena, han conseguido que en
mi propia tierra, allá de donde proviene mi sangre, me sienta extranjera. Ya
basta.