viernes, 10 de febrero de 2012

Cal Hico, completo

Nos tumbamos los dos en la explanada de cerámica. Era ya de noche, y como estábamos lejos de la ciudad las estrellas se podían ver. ¡Qué imagen tan cursi! Poppy y Mr. Jersey, juntos viendo la noche. En fin, a mí me gustaba... y, por la cara que se te quedó para el resto de la noche, sé que a ti también. 

Olía a mar, y se levantaba esa brisa tontorrona que lo acatarra a uno en pleno verano. Te acercarse más a mí y se me pasó el frío... yo siempre con frío. Salieron cinco murciélagos del ciprés alto, y vimos las cinco siluetas negras recortadas contra el fondo morado del cielo; revolotearon divertidos por el jardín y se perdieron en el seto de madreselva.

Nunca me habías dicho nada. De tu boca nunca había salido una frase cautivadora. Los hay que utilizan las palabras para conquistar, pero tú sólo hablabas con los ojos y con los gestos. Y en ocasiones combinabas los dos. Había aprendido a leer tus acciones, y a descubrir qué querían decir en realidad cada uno de tus gestos.

Pero quizás fue el aroma a jazmín del jardín trasero, o tal vez la luna llena que iluminaba todos los lunares de mi cara, o el sonido del agua que bajaba por el caño al estanque del jardín... quizá fue sólo una de esas cosas, puede ser que no fuera ninguna o la combinación de todo, pero el caso es que te acercaste a mi oído y me susurraste:

-Poppy, te quiero mucho. Lo sabes ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario