martes, 7 de febrero de 2012

Insomnio

Dormías tranquila, y veía tu silueta subir y bajar al ritmo de tu respiración. Un poco de luz nocturna se colaba por los estores de la ventana e iluminaba suavemente tu pelo rubio ceniza. Yo, en cambio, estaba totalmente desvelado y no sabía ya qué hacer para conseguirme dormir. No quería moverme por miedo a despertarte, pero eran las tres de la mañana y quería dejar de ver pasar las horas en el reloj luminoso de la mesilla.


Lo había intentado todo: contar ovejas, dejar la mente en blanco, idear crucigramas... nada servía. Con todo el sigilo que pude fui a la cocina a por agua; colgado en el pomo de la puerta del cuarto estaba tu gorro marrón, qué guapa estabas con él puesto... ¿Y yo por qué no me dormía? Pensaba mientras bebía el vaso de agua. Tampoco es que tuviera problemas ni agobios particularmente preocupantes...


Dejé el vaso en la pila y volví a la cama. Mi sitio se había enfriado durante mi ausencia. No estabas tan dormida como yo creía, porque  me preguntaste desde tu lado de la cama "¿No te duermes?". "Ya ves, insomnio. ¿Y tú qué haces despierta?" Te reíste en un susurro y me respondiste a la par que me abrazabas por la espalda "Lo mismo que tú, tonto, no puedo dormir."


Lo siguiente que recuerdo fue despertarme a la mañana siguiente.

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