Lleva cinco, diez, quince... minutos sentada en la mesa de la entrada. Creo que está intentando escribir algo. No sabría decir bien el qué, pero parece que le importa, porque no para de mirar a todos lados y a rascarse la nariz -como cuando está nerviosa en una conversación-.
No, no avanza. Porque cruza y descruza las piernas, apoya la barbilla en su mano derecha y tamborilea los dedos de la izquierda en la mesa. Pero no escribe. De vez en cuando sonríe un poco como si hubiera encontrado por dónde comenzar... pero creo que tampoco es eso, porque ni toca el teclado.
Ha puesto un disco de Lou Reed, se acerca al teclado mientras mueve la cabeza al ritmo de la canción, y en el último momento se da cuenta de que no puede escribir. Hoy no. Y como piensa que está sola en la habitación dice en voz alta:
-No se escribe sobre un día perfecto. Se va a buscar otro.
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