Él era una de esas personas que te miraban por encima del hombro. Pero jamás lo reconocería. Le queríamos mucho y él nos quería también, pero igualmente le encantaba ir de aquí para allá dando su opinión, sin importar si se la habíamos pedido o no. Deambulaba como si él hubiera vivido más experiencias que cualquiera de nosotros, pobres infelices que jamás habíamos pisado otra cosa que no fuera la monótona tierra en la que habíamos nacido. Y aunque era cierto que a veces tenía buenas ideas, era ese brillo ufano lo que le perdía por completo. Lo peor de todo era que los argumentos que tenía muchas veces eran irrefutables, pero no por ello del todo ciertos... o agradables de oír. Parecía disfrutar con sus comentarios.
De todas formas, en el fondo siempre supe que lo hacía porque se sentía perdido. Él era distinto, a su manera. No era más distinto o especial de lo que podíamos ser cualquiera de nosotros. Sólo que a él le gustaba remarcarlo. En contadas ocasiones le dejé irse con la suya, pero más que nada porque me daba un pelín de lástima.
Fausto iba con su pelo rubio repeinado, y con esos chalecos que le quedaban tan bien. Le encantaba salir por la zona antigua de la ciudad y no paraba de idear planes nuevos que el resto aplaudíamos. Arrasaba por doquiera que fuera: hombres y mujeres se giraban cuando pasaba por la calle. Podía haber sido modelo de alguna marca de prestigio, pero él sabía que la imagen de "alma libre" que trataba de proyectar no habría casado bien con aquello.
Pero aquel día ya fue demasiado: le expliqué que habíamos tenido que cerrar el taller y no se le ocurrió otra cosa que soltar otra de las suyas. Me miró tranquilo, abriendo mucho sus ojos negros expresivos y me dijo con su voz calmada: "Pero, cielo, ahora podrás dedicarte a ti misma. Lo sabes, ¿no?"
Yo le sonreí con calma, dejé el café en la mesa de la terracita en la que nos habíamos sentado, me levanté y me di media vuelta sin preocuparme de dejar algo para pagar lo que nos habíamos tomado. Hay cosas que no se dicen, Fausto lo aprendió tarde.
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