miércoles, 25 de abril de 2012

Dejamos de querernos

-No sé, tampoco importa mucho, ¿no?
-Ya, pero Poppy, tampoco decir "dejaron de quererse" es algo muy explicativo.-
Ella le dio otra calada al cigarro con elegancia y le miró con desgana.
-Esas cosas pasan, lo sabes, ¿verdad?-
-Si, ya lo sé...- de repente la miró extrañado -¿Y desde cuándo fumas tú? Antes no lo hacías.-
- Eso era antes, ya lo has dicho tú. -pero como quedó un poco borde añadió -No sé... después del rodaje empecé. No recuerdo bien el día.-
Ni siquiera intentó hacer memoria, en realidad no era necesaria. Ese tipo de cosas sólo empezaban por una razón: algún chico. Éste o aquel, daba igual, pero siempre era algún chico. Así que recordar porqué había empezado a fumar sería recordar algo doloroso, o al menos, incómodo... 
-Llegará el día en que te arrepientas y que lo intentes dejar.- Siguió Roger.
-Pero ese día aún no ha llegado-
Roger calló un rato corto. La miró con disimulo intentando ver qué iba mal.
-¿Estás bien?- Le preguntó al fin.
-¿Me ves mal?- Respondió ella.
Pero, al menos físicamente, nada iba mal. La verdad es que estaba guapísima. Como siempre. Sólo que no tenía ese encanto ligado a su buen humor. Estaba "grismente atractiva" en el sentido de que su enfado para con el mundo conseguía que tuviera una belleza sobrecogedora. Muy seria. Roger no sabía si le gustaba este cambio. Probablemente no. Prefería a la Poppy que se reía como una descosida tras sus gorros y sus pañuelos. Era como un sol. Y ahora parecía más bien un nubarrón gris, elegante pero turbador.
-Vamos, que tengo mal aspecto... encima eso.-dijo ella al ver que Roger no respondía. Y mientras sujetaba el cigarro en los labios revolvió su bolsa en busca de maquillaje.
-No, no, que no es eso... estaba pensando. Estás bien, como siempre. Pero estás... ¿peleada con la vida?-
Se puso las gafas de sol y con el semblante más serio que en el funeral de Vicenta le dijo a Roger:
-Digamos que como esa pareja, hemos dejado de querernos-

lunes, 23 de abril de 2012

El kilo de sardinas de rodin

Me senté en el muelle a mirar como descargaban los barcos. Aún no había salido el sol casi, y a mí no se me había ocurrido nada mejor que salir a la calle. A dar un "voltio". Y mientras los pescadores iban de acá para allá estuve entretenida... el problema fue cuando se metieron todos en la lonja a subastar. 

Ya lo había visto muchas veces, desde que era pequeña y mis padres nos llevában a Fadrique, a Miguel y a mí a ver el evento. Realmente era todo un espectáculo: peces espadas desangrándose en el suelo y mucha gente alrededor escuchando a otro que recitaba números a toda velocidad como si su vida dependiera de ello.

El caso es que mientras ellos se metieron en el edificio me quedé yo en el silencio del día y con el ruido ensordecedor de mis pensamientos. 

What was going wrong? I didn't know, but surely something was working the other way round... I wanted things I didn't have, and when I had them, suddently they became stuff I had no intention to keep anymore. Somehow they lost their charm... if they ever had it.
But was I actually doing it? Maybe it was just my impression... or maybe I got bored of them because they wouldn't pay me attention. Or perhaphs it was the fun I had while trying to obtain them what was important to me. Was I hurting anyone by doing it (If I was doing it)?

I had no idea... about anything. That used to be my main conclusion those days. I would only admit that I desperately needed to feel wanted, interesting... substantial. I didn't know how was I meant to get that, if it should be at a party, from some friendship, from a job... but I wanted it, and maybe I wouldn't play nice in order to obtain it.

Así que mientras mis pensamientos se iban volviendo más complejos y más oscuros decidí salir de esa calma que me dejaba pensar: entré en la lonja y me llevé un kilo de sardinas a casa, esperando que a éstas no les diera por darme conversa y alentar mis pensamientos en el camino de vuelta a casa.

viernes, 20 de abril de 2012

Saltando los charcos de abril

Ahí va Poppy, con sus botas de agua intentando sortear los charcos de la calle Luchana. No hay nadie fuera, será porque está chispeando, y a las señoras no les gusta que la lluvia les despeine el tocado de los miércoles y a los señores el mal tiempo les disgusta... aunque no a todos.

Ella sigue como si nada, en el fondo, las gotas son como besos pequeñitos en la cara. Y a veces, los besos de la lluvia son los más sinceros del mundo, la ternura del ambiente. Llega al final de la calle y decide dar media vuelta: arriba y abajo, arriba y abajo... lleva así toda la mañana, pero con música que le acompaña. Un grupo desconocido, pero interesante.

Al llegar al otro extremo de Luchana, Poppy se sienta en un banco a mirar el cielo gris. En Madrid los días grises no son como en Londres, allí la niebla baja hasta la altura de la barbilla y es imposible ver nada... tiene un punto romántico, misterioso... aquí son días tristones, de asfalto. Son días en los que hay que entornar los ojos porque la luz molesta.

La verdad es que lo de estar hecho un lío no ayuda, Poppy se coloca mejor el gorro y trata de aclarase la cabeza. ¡Ójala estuvieran Fadrique y Miguel para contarles todo! Pero sus dos hermanos se han ido a casa de Vicenta, y no volverán hasta dentro de varios días. 

Quiere que llegue mayo... ¿o no? "Ahh... ya no sé nada de nada". Y tratando de despejarse de nuevo Poppy continúa su paseo por la calle Luchana: arriba y abajo, arriba y abajo... hasta que llegue la hora de comer.

miércoles, 18 de abril de 2012

Otro banquero

¡Pues no! ¡Os digo que no seré otra banquera más! Claro, que uno puede llegar a corromperse por el camino... pero esa no es mi idea. ¿No se puede creer en la integridad de la persona? Parece que ni en el ámbito amoroso nadie cree en lo duradero... y no hablemos de ideales, visto lo visto.

Me apetece ver una catedral (me sirve la de Burgos, aunque ahora que lo pienso no tiene que ser una catedral... arquitectura, lo que sea que despierte los sentidos. Hay mucha gente no parece tener la capacidad de apreciar el arte de esa forma). También podría ser algo de Goya, pasando a la pintura. Y que duela la belleza: sufrir el mal de Stenhal mientras miro al "Pelele" o al retrato de Jovellanos...  ¡Pobrecillo! Él sí que tiene pinta de estar pensando en cómo narices solucionar las cosas. Ellos estaban tan mal como nosotros, pero hace muchos años.

El caso es que no, yo no me metí en estas carreras para ser una niña de papá. Tampoco fue porque no sabía qué hacer con mi vida, y reconozco que me apetece ponerme un puño americano y estampárselo en la cara a todo el que me diga todo esto (y otras cosas). A mí me gustaban los mercados, me fascinaba su funcionamiento, y mi mayor aspiración era conocerlos a fondo... para cambiarlos.

Si, un pensamiento muy naive, inocentón. ¿Pero qué le vamos a hacer? Quiero pensar que no acabaré en alguna sucursal de alguna empresa capitalista agresiva... (Nótese que digo "acabar", es decir, para cambiar la situación actual es preciso conocerla, y por lo tanto me permito la licencia de confraternizar con el enemigo... por un tiempo)

En fin, sería agradable acabar siendo divulgadora económica... alguna eminencia que supiera cómo solucionar los males de la economía global y que hallara la clave para eliminar los desequilibrios mundiales (entre individuos y a lo largo del tiempo)... sí, sí, sí, sería muy bonito y claramente gratificante. Pero creo que me conformo con encaminarme hacia esa utopía y mientras tanto, hacer de mi "micro-cosmos" particular un sitio mejor.

martes, 17 de abril de 2012

El Juicio

Horrible, sencillamente horrible. Todos me rodeaban, a mí, el pobre escritorzuelo que no se enteraba de nada. Todos con sus túnicas oscuras y sus pelucas empolvadas mirándome desde lo alto.

Yo, ¡pobre escritor! con las sienes ya grises y la piel amarillenta de pavor. No había hecho nada, ¡nada! Pero no me creían...

"Número de acusado 0092381776, pase a declarar"

Subí a la tarima de metal arrastrando la angustia, más pesada que los grilletes, y miré al foco y les conté qué había pasado: "Salí la mañana del 10 de abril con el cuaderno de notas a los Jardines de Bonnette, había gente, mucha gente. Y hacia el mediodía comencé a escribir... ¡No pretendía publicarlo! ¡De verdad que era únicamente para mí mismo! Y me dejé llevar... por el aire, por el ambiente, por los enamorados que pasea-"

"Suficiente"

Me hicieron sentar a golpe de barra de metal. Ojos inyectados en sangre. No, por supuesto que no había sido suficiente. Claro que no me creían y pensaban que escribí todo aquello para divulgarlo...

"Sabe el delito del que se le acusa, ¿verdad? c u r s i l e r í a. Y es muy grave, caso 0092381776, la pena es la muerte, a no ser que las medidas correctivas no tengan efecto."

"¡Pero no fue a propósito! ¡De verdad! ¡¡CRÉANME!! ¡Yo sólo escribo de lo que veo, y la mañana del 10... la mañana del 10...!!" Pánico en mi voz.

"Suficiente. Principio de reacción. Procedan"

-Llegaron los hierros al rojo, y clavé mis pupilas en el tribunal como se clavaron los hierros en mi carne. Gritos espantosos que ni yo mismo me creía capaz de emitir. Ví el parque, te ví subida en la barca. Persona ahora sin nombre. Como siguiera aquello serías persona sin rostro.

-Llegaron las descargas, y lloré lo que lloran las cascadas con el deshielo. Las togas seguían impasibles. Olvidé de pronto cómo te movías, pasaste a ser una imagen fija, estática.

-Llegaron la sal y el limón a mis heridas abiertas.... y definitivamente te olvidé: causa de mis escritos, motor de mi esfuerzo y meta abstracta. Ya no estabas.

Humeaba: literalemente desprendía humo y olía a quemado. Caí al suelo de mármol de la sala sin poder casi respirar. Deshecho de persona... lo que quedaba de mí. Y cuando me soltaron, tras caminar sin rumbo por la ciudad, llegué a los Jardines de Bonnette. Estaba tu barca, estaba tu brisa... pero no te recordaba.

Metí la mano en el bolsillo y encontré una nota, palabras puestas en tus labios siglos atrás. Ya no tenía lágrimas que llorar, pero volví a recordarte y supe que te habían llevado, que ya no estabas. Loco de pena marché al estanque, tomé tu barca y tras montarme, la impulsé al centro, lejos de toda orilla.

Salté con todas mis fuerzas. Agua fría. No sabía nadar. Aquí contigo o en ningún lugar.