jueves, 18 de abril de 2013

¡Soy una mujer fatal!



-Y todas queríamos que Sergio Hernán nos quisiera. ¡Ay! ¿Por qué tras ese encuentro miraba a través de todas y cada una de nosotras como si fuéramos un escaparate simplón? Pero a mí, por supuesto, las demás no me importaban lo más mínimo: eran burdas coquetas, jovencitas, ingénuas, poca cosa... y lo más importante: ¡no tenían retratos de sus bisabuelas hechos por Goya!

Y Oshidori. ¡Bah! ¡Qué auténtico inútil! Siempre enrevesando las tardes, conspirando contra el amor, interceptando las llamadas... Porque ¡¡estoy segurísima que todas mis llamadas de aquellos cuatro meses fueron interceptadas!! Sergio no llegó a enterarse nunca de nada. Seguro. Como Oshidori era siempre el que tomaba el recado... ¡Porque no me puedo creer que efectivamente se lo diera a Sergio! De ser así, habría devuelto las llamadas sin tardanza. Debería sacudir al mayordomo ese a la remanguillé (y espero no olvidar esto último cuando le vea).

Y sí, Sergio tenía razón: había en mí algo fatal. Dijo que ese "algo" estaba en mis ojos, pero yo sé bien que los hombres caían a mis pies porque yo no lloro. Es verdad, no lloro. No sirve para nada. Soy una mujer de acción: actúo y soluciono el contratiempo. Y si no puedo solucionarlo me resarzo en algún incauto que pase por ahí (generalmente Oshidori). ¿Quién quiere a alguien débil para sí? Pues nadie, por supuesto. Y por eso, en cuanto se percatan de ésta, mi maravillosa cualidad, no desean dejarme marchar. Así fue con Sergio.

Y fue tras llegar a la pradera que me recitó "El lago" de Lamartine y me habló del alma, de las cuestiones trascendentales y de lo sólo que estaba. ¡Qué galán! ¡Qué encuentro el de aquella tarde! Y evidentemente, supe que se abrió de aquella forma porque yo era una mujer fatal. 

¿Las demás, dice? ¡Ya le he dicho que me importan un comino! Sergio dejó de verme, simple y llanamente por la culpa del dichoso Oshidori. Y para intentar soportar mi ausencia se vio empujado a ver a esas pintamonas que no hacían otra cosa que... ¡el canelo! La única que importa en esta historia soy yo, sino ¿Por qué toda esta entrevista?


¿Por la bebida, me pregunta? Ah, no. Eso es todo falso. Rumores de por aquí. Seguro que se lo ha dicho alguno de esos del clan de Pantecosti, ¿verdad? Pero, señor, son falacias, bolas, cuentos chinos,  ¡patrañas! ¿Me entiende? Todo mentiras. ¡¡Mentiras!! Oiga, ¿¿qué está escribiendo ahí?? ¡Le digo que no tengo problemas con la bebida! ¡¡Vuelva aquí!! ¡Me niego a ver publicadas en su periodicucho infamias y mentiras sobre mí! Porque le digo que son mentiras. ¡¡MENTIRAS!!

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