El bosque es grande, pero cada uno tiene que saber dónde aposentarse. El ciervo, manso como siempre, ha ido a la otra esquina de la explanada, y tras cerciorarse de que es un buen sitio, ha marcado terreno frotando su cornamenta contra el roble.
Con las últimas lluvias tuvo que cambiar su refugio, y de ahí el cambio de ambientes. Todavía le queda parte del pelaje claro de verano... pero en pocos días se habrá difuminado por completo y volverá a estar abrigado para la temporada que se avecina. Y ni los tímidos rayos del sol, que de vez en cuando recuerdan altas temperaturas de antaño, conseguirán que vuelva a tener ese color canela.
Un pájaro pequeño y gordinflón ha entrado en la zona. Es curioso, porque el ciervo ya se ha mentalizado de su mudanza. Con cautela y seguridad mira al pájaro, el cual le sostiene la mirada con picardía, hasta que finalmente se marcha. El ciervo no sabe realmente qué habría pasado si el pájaro se hubiera metido en su antigua zona... pero ese no era el problema.
"Este no ha sido difícil" Se dice el ciervo "Pero los habrá peores... y el invierno es largo".
Y tras lo cual pasa a afilar su cornamenta en el árbol más cercano.
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