lunes, 30 de enero de 2012

UN PILAR DE PARMESANO- Acto III

Vuelve a ser el escenario del Acto I. Todos llevan zapatos de charol nuevamente. A la derecha están Don Pedro, Don Fernando y un tercer caballero. La famosa pareja está al fondo a la izquierda, al lado del gramófono (del que suena música de ambiente). Al fondo y en el centro, hay un mueble bar con un camarero muy elegante. Mr. Jersey aparece en escena por la izquierda, va vestido con una gabardina ocre y una bufanda oscura, deja las prendas en un perchero cerca de los tres caballeros de la derecha.

MR. JERSEY- Buenas, caballeros. Como ven, al final decidí venir.
DON PEDRO, DON FERNANDO Y EL TERCER CABALLERO- Bienvenido, bienvenido.
DON PEDRO- A Mr. Jersey. ¿Complicado el trayecto?
MR. JERSEY- No, sólo hubo una abuelita que no me dejaba pasar en el ascensor. Pero con el ruido de la maquinaria se ha apartado y no he tenido más problemas...
DON FERNANDO- A Don Pedro con mucho interés y sin prestar atención a Mr. Jersey. Y las otras, ¿Cuándo llegan? Dijiste que hablaste con ella, ¿Le contaste que volvía de ultramar?
DON PEDRO- Si, creo que algo mencioné al respecto. No tardarán en llegar, Feo. Descuida. Con satisfacción. Y esta vez está todo mucho más organizado: tengo cosas para enseñar y ¡¡no pienso intentar regalar nada!!

Suena el timbre de la puerta, Don Fernando corre a abrir. Aparecen dos chicas, que no son Doña Clotilde y Doña Flor. Apesadumbrado, Don Fernando les cierra la puerta en las narices.

DON FERNANDO- Pues no eran ellas, y yo no quiero más gente aquí, que esto ya está muy lleno. Mira con aire perdido al su alrededor y repara en el mueblebar y en su camarero. ¿Bebemos?
DON PEDRO- No es mala idea, así vamos creando ambiente. A Mr. Jersey ¿Ud. qué toma, señor...? 
MR. JERSEY- Mr. Jersey. Un gintonic, por favor.
DON PEDRO- ¡Ah! Pues como nuestro amigo aquí Don Alessandro. Aunque dice ser un alternativo.
DON ALESSANDRO (TERCER CABALLERO)- Anda Don Pedro, no se burle de mí, que lo profundo tiene muchas facetas y sabe convivir con lo cotidiano y lo vulgar. Tomaré un gintonic también.
Marcha Don Pedro a por las bebidas. Dejando a los tres caballeros en un silencio incómodo. 

MR. JERSEY- ¿Y ustedes vienen mucho a estas fiestas?
DON FERNANDO- Soy un habitual,aunque hacía tiempo que no podía asistir por mis viajes de ultramar. Don Alessandro no es tan forofo, sólo desde que volvió de Italia de visitar a su "nonna".
DON ALESSANDRO- ¿Y ud. cómo es que está aquí?
MR. JERSEY- Ya ven, cosas del momento. Estaba con mi prometida cuando apareció Don Pedro y me invitó.

Vuelve Don Pedro acompañado del camarero que lleva las copas. Cada uno coge una para inmediatamente asentir, sonreír e intercambiárselas. Justo en ese instante vuelven a llamar a la puerta. Don Fernando se apresura de nuevo. Son Doña Flor y Doña Clotilde.

DOÑA FLOR- ¡Don Fernando! Con auténtico asombro ¿Qué hace usted aquí? A Doña Clotilde, que está petrificada mirando a Don Fernando. Mira Cloti, ¡es Feo!
DOÑA CLOTILDE- Vaya, qué sorpresa... Don Fernando la besa en la mano.
DON FERNANDO- ¡Qué placer volver a verla, Cloti!. Como en los viejos tiempos, ¿verdad?
DOÑA CLOTILDE- Confusa. Claro, como en los viejos tiempos.
Se acerca Mr. Jersey a las dos recién llegadas, saluda cortésmente a Doña Flor, y ante el asombro de Don Fernando, besa a Doña Clotilde en los labios.

MR. JERSEY- Hola darling, ¿Todo bien?
DOÑA CLOTILDE- Recomponiéndose del shock. Si, claro. Ha sido difícil encontrar los zapatos de charol... ¡hacía tiempo que no los usaba!
DOÑA FLOR- A Don Fernando. ¿Está por aquí Don Pedro? Tengo que saludarle, y comprobar que todo esté en orden esta vez.
DON FERNANDO- Todavía mirando a Doña Clotilde y a Mr. Jersey. Claro, sígame Doña Flor, que la llevo con él.
DOÑA FLOR- Encantada. ¡Ay, qué bien! Pero tutéame anda, Feo.
MR. JERSEY- Cayendo en la cuenta. ¿Feo? ¿Es usted...? Mira a Doña Clotilde, que sonríe forzadamente y calla su discurso artificialmente. Acabo de olvidar lo que iba a decir.

Van Don Fernando y Doña Flor hasta donde están los otros dos caballeros. Quedan Mr. Jersey y Doña Clotilde al lado del mueblebar charlando y tomados de las manos.

DON PEDRO- ¡Doña Flor! Es fantástico verla. Ve que esta vez he preparado todo con primor ¡eh!
DOÑA FLOR- Ríe. No lo dudaba, para nada lo dudaba. Pero quiero inspeccionar el resto de la casa, seguro que se ha olvidado de atar con lazos rojos los espejos...
DON PEDRO- Con aire misterioso. Ahh... ya verá, acompáñeme que se va a llevar una grata sorpresa.
Hacen mutis

DON ALESSANDRO- ¿Y estas quiénes son? Porque parece que aquí todos se conocen de otras veces menos yo...
DON FERNANDO- Le pondré en situación: Don Pedro y Doña Clotilde Señala con la cabeza a Doña Clotilde que sigue hablando con Mr. Jersey son primos lejanos, y Doña Flor -esta señorita que se acaba de ir con Don Pedro- es íntima amiga de Doña Clotilde. Coincidimos hace un tiempo los cuatro en una fiesta, y Don Pedro lleva desde entonces organizando fiestas para ver a Doña Flor, de la que sigue completamente enamorado.
DON ALESSANDRO- ¿Y ud. qué pinta en todo esto?
DON FERNANDO- Yo... Con aire entristecido yo no pinto nada en todo esto. Soy el mejor amigo de Don Pedro... y Doña Clotilde una vez me quiso, o eso creo yo.
DON ALESSANDRO-¡Pero ahora está con el caballero ese! ¿Le duele el asunto este? ¿Cambiamos de tema?
DON FERNANDO- No tanto como me duele lo complicada que es la estructura del diente de león. Estoy trabajando en ello desde hace un tiempo.

Poco a poco, Doña Clotilde se ha ido acercando a los dos caballeros y ha dejado a Mr. Jersey en el mueblebar bebiendo su copa.
DOÑA CLOTILDE- A Don Alessandro. Buenas, creo que no hemos sido presentado.
DON ALESSANDRO- Discúlpeme. Alessandro DiParma, amigo de Don Pedro, llegado desde Roma en un avión esta mañana.
DOÑA CLOTILDE- ¡Oh, qué bien! Me encanta Italia ¿le está gustando la fiesta? Las ha habido mejores, créame. Mirando a Don Fernando.
DON ALESSANDRO- No está nada mal, si señor. Pero en Italia nos gusta añadirle parmesano. Si me disculpan, voy a preguntarle al amable camarero si tiene parmesano. Marcha al fondo.

Se miran Don Fernando y Doña Clotilde, y sonríen apenados.
DOÑA CLOTILDE- ¿Qué pasó, Feo? ¿Por qué no respondiste a los recados que dejé en la centralita?
DON FERNANDO- Verás Cloti, marché a ultramar. Era invierno, hacía frío... Pero te he echado de menos. Mucho. Mirando a Mr. Jersery ¿Cuándo os casais?
DOÑA CLOTILDE- Queda mucho, seis meses. Pero sólo tenemos el pastel.
DON FERNANDO- No te cases, Clo. Es como atarse a un poste y caminar así por la calle. ¡Quédate conmigo! Ya sabes que no te aburrirás.
DOÑA CLOTILDE- Feo, ya te esperé mucho. Doña Flor me echaba la bronca por seguir telefoneándote todos los días. Y me da pena, porque ya sabes que a mí me gustan todas las historias... y la nuestra fue muy bonita. Si al menos hubieras respondido algo...
DON FERNANDO- ¡Pero es que en ultramar no tienen teléfonos! No podía contactar contigo... Piénsalo bien, yo seré tu diversión. Me quieres, y lo sabes; desde el día en que bebimos juntos y te conté mi secreto. Pero ahora prefieres la comodidad del señorito ese...
DOÑA CLOTILDE- No es verdad... bueno, cierto que te eché de menos, y te quise. Pero ya no quiero eso, ya no quiero bohemios, lo sabe bien Doña Flor, pregúntaselo. Tú has sido... has sido "mi Feo". Pero ha llegado el momento de avanzar y de cosechar ruedas dentadas... Lo siento, de verdad.

Mr. Jersey está dado la vuelta mirando al mueblebar y charlando animadamente con Don Alessandro, y Doña Clotilde aprovecha para darle un beso de despedida a Don Fernando. Se miran y sonríen con complicidad.

DON FERNANDO- Llámame cuando te aburras y quieras beber algo distinto.
Vuelve Doña Clotilde con Mr. Jersey y Don Alessandro con Don Fernando.

DON ALESSANDRO- He visto que hablaban mucho. ¿Cómo ha ido? Le veo relajado.
DON FERNANDO- Mirando a Doña Clotilde. Ella me ha olvidado, sé que yo también lo conseguiré... pero no tengo una tarta delante para hacerlo felizmente.
DON ALESSANDRO- Ah... le donne, son tan complicadas. En Italia se rizan las pestañas y no podemos vivir sin ellas. Ya te presentaré algunas.
DON FERNANDO-Ah, pues eso es interesante... Sonríe dejando de mirar a Doña Clotilde. Esta fiesta está un poco apagada, le dejaré una nota a Don Pedro y así podremos irnos a buscar complicaciones a otro lado, ¿Le parece?
DON ALESSANDRO- ¡Por supuesto! Gran idea...
Saca Don Fernando un papel y un bolígrafo de su americana y se dispone a escribir una nota. 

Aparecen Don Pedro y Doña Flor por la derecha riendo sin parar.

DOÑA FLOR- ¡Claro que sí! ¡¡Claro que si!! ¡Cloti, Cloti, te dije que lo haría! Ya somos dos, digo cuatro que nos casamos!
DON FERNANDO-A Don Alessandro. A ver si con esto deja de ser una borde.
Doña Clotilde y Mr.Jersey les dan la enhorabuena con mucho entusiasmo. Las dos chicas se abrazan.
DON PEDRO- ¡Conseguido, Feo, conseguido! En cuatro meses me verás atado a un poste, como dices tú.
Don Fernando le da un fuerte abrazo y al despegarse pone cara de asombro.
DON FERNANDO- ¡Espera un momento! ¡Esto quiere decir más fiesta! ¡Habrá que celebrar tu despedida de soltero! Y será por todo lo alto... El señor Parmesano y yo lo organizaremos. ¡Y todos iremos con zapatos de charol!


Tan cerca

Como aquel marzo lluvioso en que escribí sobre el verano, ahora os veo saltando en una playa catalana. No dormimos y almorzamos a horas disparatadas. Sonreís todo el tiempo y parece que serán mil días así.

Os veo deambular por la era, bajar por las Ramblas y desaparecer tras el Stroika... os veo tan cerca como si estuvierais ahora mismo en mi salón. ¡Qué tiempos aquellos! Cuando parecía que había llegado el fin del mundo y que después de todo lo vivido no habría nada más.

En ocasiones echo de menos esos días. Supongo que es ese aura de romanticismo que rodea todo lo pasado. ¿Repetimos?

martes, 24 de enero de 2012

A los caballeros esos

No sé si alguno leeréis esto, y si lo hacéis, seguramente pensareis que me estoy metiendo donde no me llaman... ¿pero qué le vamos a hacer? Son divagaciones que aparecen a altas horas de la noche y sin avisar, y lo único que puedo hacer yo es escribir y ponerlas un poco en orden.

Seamos francos, no os conozco, y vosotros a mí tampoco (bueno, vuestro líder y su mejor amigo quizá un poco más, pero tampoco es que nos hayamos sincerado con una botella vacía encima la mesa... aunque ahora que lo pienso sí lo hemos hecho, pero a medias tintas sólo, y no era una mesa, sólo una cama de hotel). Pero algo extraño pasa cuando lees los escritos de otro; parece mentira, pero estoy completamente segura de que metemos nuestra esencia en estas líneas (incluso aquel que se burla de sus propios escritos con intención de cubrirse de una coraza está dando a conocer algo íntimo de su persona). Dejamos nuestro sello. 

Es como si el escritor se desnudara ante su público (a algunos no les cuesta porque tienen las vergüenzas muy bien domesticadas; a otros un poco más, e intentan camuflar sus inquietudes con metáforas e historias inventadas) y eso asusta. Asusta al lector que se sorprende dentro de la mente del autor, y asusta al lector como autor, pues entiende que él también está condenado a desnudarse cada vez que se sienta a crear algo. Porque ¿Qué estoy haciendo yo aquí a la una de la madrugada sino? Pues desnudarme, eso estoy haciendo.

En fin, yo no quería centrarme en esto de la sinceridad, yo quería hablar de otras cosas. Un punto de fascinación tienen ustedes, caballeros. Con toda esa atmósfera esperpéntica, alternativa y... suya. Hay cosas que las ves de lejos y sabes que las quieres; bueno, pues yo quiero eso. Se sabe de qué calaña está hecho cada uno. Y también se sabe qué es profundo, trascendente; el caldo que tiene sustancia huele desde el hueco de la escalera, no hace falta entrar a la cocina y probarlo para saber que es bueno.

He de reconocer que había perdido un poco la esperanza en mi generación, quizá sólo sea que hay poca gente que de a conocer su lado más trascendental, esa faceta que algunos considerarán débil. Me alegro de haberme asomado a la vuestra.

No puedo dar consejos, estoy igual de desubicada que ustedes -aunque parezca que estos escritos sean unas crónicas de Los Mundos de Yupi-. Sólo me queda decirles a aquellos que se torturan que dejen de hacerlo. Aquel que se pregunta y que reflexiona, por perdido que se sienta estará siempre en mejor posición que aquel que no intenta descifrar el sentido de la existencia. 

Porque para eso estamos aquí: para saber por qué estamos aquí.

lunes, 23 de enero de 2012

La vida en el Dam

He ido allá donde los tickets para viajar son comestibles, he paseado por los grandes canales y he sentido la soledad en la multitud. He estado encerrada dentro de mi propio cuerpo y he respirado la calma artificial.

El empedrado de las calles me ha confundido y he creído que las patatas con mayonesa eran una comida saludable. También he perdido la orientación en numerosas ocasiones.

No fue un viaje fácil. Nadie dijo que lo sería. Ni nos conocíamos ni teníamos los mismos planes, pero algo había en común que nos ha dejado convivir... espero que fuera algo más que el humo del local.

En un amago de hotel regentado por chinos pasamos las noches y las siestas: pegados al radiador y a las botellas. Unos más que otros. 


Por mi parte he aprovechado la vida en el Dam: he visto la psicodelia desde fuera, sin absenta ni estimulantes, he admirado "la habitación" y a los "comedores de papas"... pero me queda clavada la espina de no haber entrado a la casa escondida en el tercer canal. Ya volveremos.

Me he reído con ganas por la historia alternativa de Anna F. que algunos se inventaron, y he escuchado monólogos trepidantes que dejarían desubicado a cualquiera.



Se vive bien en el Dam. Hay casas pegadas las unas a las otras, como si quisieran entrar en calor. La lluvia se ríe de los habitantes de allí y no concede clemencia. Y aunque quedan cosas por hacer, apiladas en los rincones de los canales, las que sí hemos hecho pesan mucho en la balanza y nos dejan marchar a casa en paz.

lunes, 16 de enero de 2012

Encéfalograma plano

Estamos en el café de abajo. Antonio y yo. Y me río a carcajada limpia de él. Ni se inmuta, el tío. Lleva desde que nos trajeron los cortados (el suyo ha quedado frío y olvidado encima de la mesa) mirando al tendido como idiotizado. Es como si su cerebro sólo estuviera pensando en algún sonido constante, monótono: beeeeeeeeeee... beeeeeeeeeee...

-Te está afectando ¿eh?- Le digo riéndome.
Lentamente me mira con aire perdido, con dificultad enfoca mi cara y responde:
-¡Qué va! ¿Yo? ¡Para nada!-
-Bueno, vale. Pero tu café se enfría...-

Antonio coge la taza con las manos y le da un sorbo, se ha dado cuenta de que está ya frío, pero como ve que le estoy mirando, se hace el sueco y no dice nada al respecto.

-¿Y cómo es? ¿guapa? ¿maja?- le pregunto para ver si le sonsaco algo.
-Es...- otra vez está como alelao; pero se sobrepone y le sale una sonrisa pícara- genial. Además, ¡si tú ya la conoces! ¿Por qué me preguntas esto?-
-Ya, bueno, pero no sé a ti qué te parece... quería tu opinión. Nada más.-

Creo que se ha sentido un poco culpable con su contestación cortante, por lo que me da más detalles.

-No sé, Poppy, es fantástica, lista, guapa... pero no puedo ir diciendo estas cosas por ahí, que luego parezco idiota.-
-Va, va... es sólo que a lo mejor deberías soltar en algún momento todo esto, porque creo que de guardártelo ahí dentro ¡te estás quedando atontado!- y me vuelvo a reír.
-Mira que eres mala... ¡Si no se nota nada!-
-Yo sólo te repito lo del café, y ni se te ocurra negarme que en la uni no estás así también... ¡Qué me lo ha contado Julio!-

Me mira y se ríe. Sacamos las carteras para pagar el desayuno y salimos a la parte de atrás del campus.
-Bueno Antonio, yo me voy a casa. Ánimo con la última clase, y estáte atento, que me me tendrás que contar qué dice Jacobs.-
-Que sí, que sí...-

Subo la calle a coger el autobús. Y en la parada suena el teléfono:
-¿Sí?-
-Se me olvidaba, quita tú también la cara de embobada en tu trayecto del bus... ¡Qué me lo ha dicho Julio!


sábado, 7 de enero de 2012

Casa callada

El mismo lugar que un día significó mi hogar, mi cárcel, cuyas paredes también me dieron calor y sombra...
Hoy está vacía. Silenciosa. Sola. No importa a qué volumen ponga la música o cuántas lámparas encienda: está callada y oscura. Quieta, parada.

El pasillo largo largo parece la entrada a una caverna; el salón, unusualmente ordenado, da la sensación de que el lugar ha permanecido así desde siempre...

Sería divertido teneros aquí de vuelta. Charlaríamos y nos contaríais todo. La convivencia volvería a ser mucho más fácil, y el teléfono dejaría de sonar cada dos por tres. 

No tendría que hacer malabares para arreglar encuentros y horas de estudio.

En cambio estoy aquí, en mi casa callada, con las luces encendidas, y las música a todo volumen. Conversando con la soledad, pasando el rato.

miércoles, 4 de enero de 2012

El cerebro en su estado más puro

El otro día vino mi sobrino Carlos a casa. Tiene seis años y como soy su madrina, le ofrecí a mi hermano llevármelo a dar una vuelta por Madrid. Quizás debería explicar que mi hermano vive con su familia en un chalet grande a las afueras de la capital, y por eso Carlos piensa que los edificios grandes y los rascacielos sólo están en Estados Unidos. Había que enseñarle un poquito la ciudad.

Fue muy divertido, hacía tiempo que yo no tenía contacto con niños y se me había olvidado hasta mi propia infancia. Fuimos Carlitos y yo por la zona de Sol, conseguimos un globo de Bob Esponja, se montó en el trenecillo que han colocado en la plaza de Callao... 

Pero lo divertido fue subir por la calle Fuencarral hasta mi casa. Veíamos juntos los escaparates de las tiendas, cada cual más arreglado que el anterior. Y de repente, con su gracioso ceceo, Carlos me preguntó:

-Poppy, ¿Ezo ez un zeñor?- Señalaba con su manita al maniquí de una tienda el cuál había sido colocado boca abajo enterrado en un montículo de nieve artificial y del que sólo asomaban las piernas.

-¿Tú qué crees, Carlos? Porque a mí me parece que sí.- Le dije en un tono concienciado.

Me miró el niño con los ojos muy abiertos por el asombro.

-¡Qué nooo! Es broma, hombre...- Y cuando le saqué del error, relajó los músculos de la cara y volvió a sonreír aliviado.

Llegamos a casa y, aunque era un poco tarde, como era un día especial y tenía permiso de sus padres le puse una película. Dio igual: se quedó frito a la mitad.

Y aquí es dónde entra en juego la analítica científica: mi sobrino es bilingüe -su madre es estadounidense- y habla en sueños. Aprovechando que se había quedado dormido, cambié el idioma y lo puse en inglés, y cuál fue mi sorpresa al comprobar que en el momento en que los personajes empezaron a hablar en otro idioma, mi sobrino hizo lo propio en sueños.

El cerebro es fascinante, y los niños muy divertidos.