El mismo lugar que un día significó mi hogar, mi cárcel, cuyas paredes también me dieron calor y sombra...
Hoy está vacía. Silenciosa. Sola. No importa a qué volumen ponga la música o cuántas lámparas encienda: está callada y oscura. Quieta, parada.
El pasillo largo largo parece la entrada a una caverna; el salón, unusualmente ordenado, da la sensación de que el lugar ha permanecido así desde siempre...
Sería divertido teneros aquí de vuelta. Charlaríamos y nos contaríais todo. La convivencia volvería a ser mucho más fácil, y el teléfono dejaría de sonar cada dos por tres.
No tendría que hacer malabares para arreglar encuentros y horas de estudio.
En cambio estoy aquí, en mi casa callada, con las luces encendidas, y las música a todo volumen. Conversando con la soledad, pasando el rato.
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