Es
increíble, sencillamente increíble. Cuando paseas por la ciudad
necesitas sujetarte la cabeza con ambas manos para poder ver el final
de los rascacielos. El centro financiero desprende un glamour
insólito. Hay edificios de estilo art decó por todas las esquinas,
como si fuera lo más normal del mundo.
Y
Mies, con su muro-cortina, me saluda un par de veces. Al subir al
piso 15 del 500 de North Michigan Avenue, estoy a la misma altura que
los rayos que veo caer sobre la ciudad. Pero al cabo de media hora
vuelve a brillar el sol, y la gente suda azúcar...
"No
te enamores, Poppy, de verdad que no vuelvas del otro lado del charco
enamorada" Me dijeron. Y yo, no pude resistirlo. Me he
enamorado: de Mies, de Red Mango, de las tormentas que arrancan los
tejados de las casas de la periferia, del Art Institute, de vivir en
pantalones cortos... American
way of life.
Hicimos
hogueras y quemamos nubes de gominola, vimos los fuegos artificiales
del 4 de julio, nos sentamos en el césped del Millenium Park,
desayunamos tortitas... Es distinto y a la vez conocido. Curiosamente
tangible, real.
En fin, en unas horas vuelo a Miami, y llevo tu foto en la cartera, Mike. ¿Qué he hecho? Me dijeron: "No te enamores, Poppy, de verdad que no vuelvas del otro lado del charco enamorada" Y no vuelvo aún al viejo continente... pero creo que ya he pasado del consejo.
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