En mi Madrid favorito llueve. Son días grises y parecen tristones, pero no lo son. Malasaña vestida de hojas marrones y ocres. Chamberí hace de túnel de viento, y bajo los andamios esperan los minutos enamorados.
Atrás queda el inconcluso verano.
Bares y cafés alternativos, bohemios, "indies" -que dicen ahora- escondidos en las esquinas de cualquier calle de Malasaña y en las plazoletas nos ofrecen cerveza ilegal. Chupitos de noche y estrellas escondidas, un frío mojado se cuela por los abrigos... pero que tampoco importa.
Por mi Madrid favorito paseo, vivo, siento. Historia que se desprende de las paredes, como se desprende el barro de los ladrillos de las fachadas cuando hay humedad. Y en un semáforo, una boca de metro, una esquina cualquiera nos paramos.
La calle Fuencarral, con sus tiendas, con la gente que pasea... Los gafapastas embutidos en abrigos modernos y gorros curiosos. Paseé por callejuelas escuchando mi propia banda sonora, y llegué a los destinos puntual. Cambio de costumbres.
Mi Madrid favorito sigue ahí, los afortunados tienen fiesta de vez en cuando y yo la echo de menos. Pero tampoco me importaría ver Madrid desde las afueras. Ver la vista de las cuatro torres, de las quío, de la masa de edificios desde un soto.
Adorado art decó... de mi Madrid favorito.
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