domingo, 6 de noviembre de 2011

Sentir la realidad a flor de piel

Está por todas partes, se respira. No es que las bajas temperaturas hayan llegado de una vez (pensé que nunca lo harían), es algo más grande que todo eso. Tampoco es que la castañera de mi barrio haya vuelto a montar su tenderete (lo cual me recuerda que debería ir a por castañas en cuanto pueda). Elecciones.

Hay algo así como varios grupos de personas: las que tienen la ilusión de los primeros votos, y con ellos aspiran  a cambiar el mundo; las que se mantienen impasibles frente a la situación, porque siempre lo han estado y las desengañadas del mundo, que votarán (o se abstendrán) como acto rutinario.

No soy activista, no soy tampoco nada del otro mundo, ni una idealista aguerrida... ¡Ójala lo fuera! Idealismo moderado, diría yo. O con la sangre muy tierna como para no hacer nada. Flexibilidad rígida.

En fin, rumiaré las ideas hasta ese fatídico día, y para entonces espero tener la respuesta a los problemas del mundo, o, al menos, aquella solución particular -acorde con mi tendencia- que mi cabeza lleva intentando alcanzar desde antes de que el censo electoral llegó a casa.

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