¡Qué absurdo! Nada tiene mucho sentido estos días. Fadrique y yo nos reímos otra vez. Salimos a la terracita amarilla y nos ponemos a mirar abajo abajo a la gente caminando por la calle. Antes habríamos abierto la manguera de regar y les habríamos regado a todos. Pero hemos crecido, y ahora hacemos otro tipo de travesuras de hermanos.
"Poppy, eres como una balanza. Pones la cabeza a un lado y el corazón al otro y se equilibran bastante bien." Yo me río, pero me doy cuenta de que es verdad. "Es agradable controlar la situación" le digo a mi hermano "saber que hay ganas de llorar, pero que no existe verdadera necesidad, y parar el carro antes de que se desborde la parte irracional que llevamos dentro. Es como si te agarraras a una rama sólida estando subido a la copa del magnolio en medio de un vendaval. Es... emocionantemente acogedor."
Ahora se ríe él. "Lo solucionarás, ya verás. Pero sigue con el balance, te hace bien." Me guiñó un ojo y se acercó a la manguera verde. "¡Espera! Voy a llamar a Michael. ¡¡Miiiiiiick!!". Y cuando salió el pequeño de los tres hermanos abrimos la manguera y, entre risas, regamos a los transeúntes.
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