No te imaginas cuántas noches he llorado por tu causa; a cuántas personas he tenido agarradas mientras les confesaba cómo me estaba deshaciendo por dentro porque tú ya no estabas y cuántas cosas he escrito pensando en algún día leertelas en voz alta para que supieras qué pasaba por mi mente en aquellos días fríos. No creo que te lo imagines, ni por asomo.
Pensarás que soy una insensible, una dejada a la que todo le resbala por una piel escurridiza... pero no es cierto. Soy tan real como tú -aunque te niegues a reconocerlo- y también lloro, también sufro y también lo siento.
Lo he probado todo, te lo puedo asegurar; pero la fuerza de la gravedad impide que la arena vuelva a la zona elevada del reloj... y seguimos así.
Engaño a la mente haciéndole ver que no es tan grave, y anestesio el pecho durante días y semanas hasta pensar que lo anormal es sufrir y añorar. Y en parte no es justo, porque ya te digo que lo he intentado todo... y seguimos así.
He dejado la ventana abierta, por si te cansas algún día de volar en aires lejanos y quieres reírte un buen rato a mi lado. Sabes que dejo la luz encendida para que no te pierdas en el camino hasta aquí, y también sabes que por mí los días pueden volver a ser como aquellos de septiembre (vagos y cálidos) suspendidos en la línea eterna del tiempo. No hace falta que llames, creo que entenderé que todo esto ha acabado el día que vea cómo te acercas, sin complejos ni miedos.
Y de fondo sigue sonando una canción sin letra:
"Por segunda vez te mueres,
por segunda vez me matas.
¿No entiendes que me desgarras?
¿No ves que no sólo duele?
¿Dónde está la complicidad?
¿Quién destrozó su nido?
Ya no puedo oír más que el trino
de mi amarga soledad.
Ojos de vidrio y cartón
que ya sólo miran al frente
maldigo y condeno el error
por el cuál no pueden verme."
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