miércoles, 23 de marzo de 2011

El poeta

El poeta estaba a otro nivel. Él mismo lo sabía, pero a nadie más le parecía importar. ¡Qué sabrían ellos de lo que era arte y poesía! El poeta se atusó el bigote y se sonó la nariz: había perdido a su Musa. ¿Qué haría? Sin ella era todo tan difícil... Puede que su Musa pensara que era ella la que estaba siendo dominada por el carácter fiero de él, pero en realidad estaba claro que el poeta no era nada sin su Musa. Dependencia.

"¿Y de dónde demonios me saco yo una nueva Musa?" pensaba el pobre poeta "Yo no quiero ninguna niñata que se crea inspiración... yo quiero una Musa, y hoy en día es complicado encontrar una así..."

Es por esto que, cansado de buscar posibles candidatas asomado al balcón, el poeta se decidió a llamar a la oficina de búsqueda de musas por la tarde.
-Atención a poetas sin inspiración- dijo la locutora- ¿En qué podemos ayudarle?-
Seguro que esta era otra de tantas incompetentes que estaban allí recibiendo llamadas, aburrida mascando chicle con la boca abierta y sin prestar atención a los verdaderos problemas del arte.
-Verá, mi Musa se ha escapado, y me gustaría conseguir otra, pero...-
-Bien, pues le pongo en lista de espera... hay mucha gente como usted-
-Pero no puedo esperar... ¡La primavera va a llegar en seguida y yo no puedo recibirla sin una Musa!-
-Ya... mire, ya le he comentado que usted no es el único. Sólo podemos mandarle un sustituto... pero hay que seguir el protocolo en la adjudicación de musas. No podemos hacer nada más.-
- ¡¡¿Un sustituto?!! ¡Y seguro que será de segunda mano y todo! ¡Venga hombre! Me da igual que haya otra gente como yo... ¿No lo entiende? ¡¡Yo estoy a otro nivel!!-
-Ya, eso dicen todos...- contestó la locutora, y un ¡Pop! sonó en la distancia, indicando que la mascadora de chicle acababa de explotar una pompa rosa gigante- disculpe, pero hay más llamadas que atender, de todas formas se puede dar de baja de la lista de espera en cuanto lo desee. Buenas tardes.-
Y el poeta quedó hablando con el pitido desagradable de la máquina. ¿Un sustituto? ¿Un vulgar muso? ¡¡¿Yo?!! Ni hablar, él no era un cualquiera, antes moriría de soledad que inspirarse de un... un... "musucho".

En realidad, el poeta quería a su Musa de vuelta. Sin ella los poemas no tenían sentido, el agua de las tuberías no le contaría historias venidas de lagos lejanos, el sol de mediodía no haría ruido al entrar por la ventana y la las hormigas que vivían en la maceta del balcón no bailarían al amanecer.

Desolado, el poeta se sentó en el sillón; se atusó el bigote y se sonó la nariz... no lloraría. Por una Musa no se llora... pero por una primavera sin Musa sí. Y ahora él, un poeta a otro nivel, estaba condenado a esperar para siempre en una lista sin sentido con hombres y mujeres que decían ser poetas. Volvió a atusarse el bigote y se levantó del sillón. "¿Y si vuelve?" Se preguntó. Y por eso se acercó a la puerta de la entrada de su casa de poeta, quitó el pestillo y dejó la puerta entornada... quizás su Musa volvería. Se sentó en el sillón de nuevo y trató de componer versos... pero no podía. Gruesos lagrimones cayeron de sus ojos de poeta, y para cuando la luz del sol -sorda- dejó de alumbrar las páginas arrugadas y esparcidas por el suelo del piso el poeta se había dormido desconsolado.

Masu llegó tarde, serían las 12 de la noche y se extrañó de que la puerta estuviera abierta. Después lo vio allí, sentadito, con las gafas un poco torcidas y el cuaderno de notas ("ilustrísimo cuaderno blanco" como lo llamaba él) en su regazo. Masu sonrió con dulzura; sin duda se había quedado dormido esperando y seguro que ni habría visto la nota que le dejó en su escritorio:
"Voy a los congresos de jardines, llegaré tarde así que no me esperes despierto.
 Te quiero, Masu"

Y seguro que también se habría tomado su retraso como algo fatídico. Pero ella le quería así, tan desordenado, impulsivo y "terremótico" como le llamaba a veces. Tomó una manta del armario y le tapó con cariño.

Aquella noche el poeta tuvo el sueño más maravilloso que tendría jamás. Seguro que fue gracias a la presencia de su Musa, que no se había olvidado de él; el problema está, en que al día siguiente no lo recordó. Y por la mañana, como si nada de la noche anterior hubiera sucedido, el poeta despertó a su Musa con un desayuno primorosamente preparado.

2 comentarios:

  1. La longuitud es personal y atevida!Me gustó...sigue por este camino. Suerte!

    ResponderEliminar
  2. precioso! me ha encantado..qué digo ENTERNECEDOR!

    ResponderEliminar