miércoles, 9 de marzo de 2011

Encrucijada

-Tengo miedo- me decía mientras nos sentábamos al pie de aquel árbol frondoso.
-¿Por qué?- le respondí yo dándole una palmada amistosa y reconfortante (o eso intenté) en el hombro.
-Siempre me pasa lo mismo... es como una pesadilla con tragos dulces- tomó aire y prosiguió abriéndome su alma- llego a la encrucijada; no hay nadie para ayudarme. Hay dos caminos y no sé cuál escoger. Uno limpio, sin árboles casi, asfaltado y llano... que acaba en un barranco; el otro es diferente: tiene árboles por todas partes y no se ve muy bien el final son todo rocas que impiden el paso, troncos caídos que hay que esquivar...-
Nos miramos y me sonrió.
-Siempre tomo el mismo ¿Sabes cuál?-
-No, pero puedo averigüarlo; el asfaltado ¿no?-
-Exactamente-
-¿Y qué ocurre después?-
-Lo de siempre- me dijo con aire apenado - recorro el camino a toda prisa, como si no pudiera soportar la idea de saborear el trayecto, y cuando llega la parte más importante, cuando parece que todo va viento en popa y voy a llegar a mi destino... aparece el barranco y se acaba todo.-
-Ven- le dije tomando su mano- siempre ha sido así pero las cosas pueden cambiar antes de que...-
-Lo dudo,-me cortó- muchas cosas dependen de las personas, y éstas nunca cambian- añadió dándole dureza a su voz.
Cogimos nuestras cosas y volvimos al sendero. Y le dije que cerrara los ojos. Caminó con los ojos cerrados, llegamos a la encrucijada y todavía sin ver nada se decantó por un camino.
-Todo puede ser distinto ¿Sabes? -le dije- Pero sólo si no nos ofuscamos y salimos de nuestra teoría. Ahora cuando abras los ojos no te despidas de mí, te veré al final. Pero eso sí, tienes que avanzar. No vale ir por el otro lado, porque entonces no nos volveremos a encontrar-
Abrió entonces los ojos y no miró atrás ni se despidió de mi; se dio cuenta del camino que había escogido, a ciegas, pero mirando con el corazón. El buen camino, el que llevaba a un destino. Con decisión fue dando pasos mientras oí como se reía por lo bajo, y poco a poco se perdió esquivando rocas y troncos caídos.
No sé si se llegó a enterar de que yo no había tenido nada que ver en su elección, sólo sé que cuando nos volvimos a ver éramos diferentes, todavía complementarios, pero diferentes.

 

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