viernes, 4 de marzo de 2011

Cuadernos nuevos, páginas en blanco

Abro la puerta, no importa que estén a punto de cerrar, sé que necesito tiempo para estas cosas y siempre me pasa lo mismo: llego tarde. Debería tener más en cuenta que me gusta pensar antes de comprar, uno no compra cosas que no sirven o que no vaya a utiliza ¿no? (Bueno, a no ser que sea un consumista)
El caso es que paso todos los estantes, no hay nada que necesite, pero todo me llama. El olor del papel nuevo, a tinta, pegamentos, celo y lapiceros consiguen que me anime aún más... Tengo que agacharme y casi caerme al suelo para inspeccionar las baldas más bajas: las de las acuarelas; y ponerme de puntillas (también hasta casi perder el equilibrio) para ver las más altas: las de los postits.
En la pequeña tiendecita (pese a lo modesta que es, es impresionante la cantidad de cosas que tienen) comienzan a pedirnos que nos demos prisa, sólo hay otro comprador más aparte de mí.
Y lo cojo: es liso, marrón claro e imita el cuero; sus páginas están nuevas, sin manchar ni tocar y me recuerdan a las islas que encontraban los aventureros, aquellas islas desiertas en las que todo podía pasar. ¿Qué me pasará a mí? No lo sé, pero para algo está este cuaderno en el mostrador y estoy pagando 9,50€
Salgo a la calle con mi pequeña adquisición bajo el brazo. Sopla algo de viento y aunque hacía sol hace dos minutos ahora caen ligeros copos de nieve sobre mi abrigo de cuadros.
Ya tengo lo que necesitaba: un cuaderno nuevo, una página nueva para un comienzo nuevo, el resto de cuadernos se quedarán conmigo (no los voy a tirar, siempre puede ser que quiera volver a leerlos y recordar mis aventuras pasadas) pero este hay que empezar a rellenarlo.
Me voy a casa a escribir.

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