domingo, 12 de junio de 2011

Presunción de verano

Lo echaré de menos: estaré en la orilla del mar o en las escaleras blancas y me acordaré de las noches del falso verano. De luces de Madrid, que estarán lejos. Lejos en el tiempo y en el espacio. Y creo que querré volver. El caso es llevar la contraria ¿verdad? Música, grillos y demás ambiente tal vez consigan que me olvide por un rato... pero no lo sé. Fiesta ibicenca, jardín perfumado y locuras varias.

Estaré entre los árboles, bailandole a la luna y al fuego y me acordaré... Me acordaré de los besos de gin tonic, de la lluvia en los hombros, de los nervios autónomos y de la risa del tejado. En las noches luminosas el ciervo caminará sigiloso entre la maleza, tan distinta de los cruces de calles grandes, pero el corazón irá igual de desvocado.

Marcharé a las tierras de los albinos, dónde el aroma a carne envuelve las calles empedradas y me acordaré... me acordaré de esa sensación de ir flotando por la calle, de despertarme sonriendo a los cinco minutos de haberme dormido, de los bolsillos, de lugares estratégicos y de las sonrisas entre apuntes. Pero lo real serán los idiomas extraños del momento.

Y al volver de las aventuras iré a casa y todo habrá sido como un sueño. Querré volver de nuevo a la evasión; pero por otro lado un camino largo se abrirá ante mí, y los antiguos recuerdos puede que vuelvan a estar en el plano de la realidad, por más tiempo.

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