jueves, 28 de noviembre de 2013

Rojo, Azul y Piedra

(Están Rojo y Azul sentados en un banco del parque. Al fondo hay una piedra. Rojo dibuja distraído con un palo en la arena del suelo)

-¿Qué haces?
-Nada.
-¡¿Qué haces?!
-Ya te he dicho que nada.
-No me lo creo.
-No me importa.
-Va, ¿qué haces?
-Cosas...
-Ya veo.
-Y si ves, ¿Para qué preguntas?
-Para que lo veas.
-¿Ver el qué?
-Lo que haces.
-Ah.

(Una pausa)

-Pero eso ya lo veo yo.
-No.
-¿Cómo que no? ¡Para eso ya lo estoy haciendo yo!
-Pero es que tú no quieres verlo.
-¿Por qué?
-Ya lo sabes.
-No, no lo sé.
-Pues ya lo sabrás.
-Vale.

(Otra pausa)

-¿Qué quieres?
-Lo mismo que tú.
-Mentira. Se te acelera el pulso.
-Vale.
-¿Qué quieres?
-Otra situación.
-¿Cuál?
-Ya sabes. Irme a esa esquina. Tropezar un poquito. ¿Tú no?
-No. Ni una pizca. Tropezar está feo.
-Pero es más divertido que estar aquí sentados.
-Pero está feo.
-Vale.
-¿Vas a tropezarte?
-No lo sé.
-¿Seguro?
-Seguro. Esas cosas no se saben.
-Vale.

(Tercera pausa)

-¿Pero quieres?
-Yo sí, pero tú no. ¿no?
-Si.
-¿Y qué hacemos?
-Nada. Estate quieto.
-¿Y si muevo la piedra?
-¡No!
-¿Y si la giro?
-Te olvidarás de que la has girado, te tropezarás, y te caerás.
-¿Y qué?
-Que está feo.
-Bueno.

(Cuarta pausa)

-¿Tú crees que la piedra se puede mover hasta aquí?
-No, sería raro.
-Y si viniera... ¿Me dejas tropezar?
-No. Y no va a venir.
-Pues yo quiero que camine hasta aquí.
-Pero no lo va a hacer. Es una piedra.
-A lo mejor es simpática.
-A lo mejor no.
-Vale.
-¿Por qué quieres tropezarte?
-Porque tú no quieres. Y siempre nos tienen que apetecer cosas distintas a tí y a mi.
-Ya. No me gusta.
-Voy a ir. Sólo a mirarla.
-No.
-¿Por qué?
-Porque no.
-Pues espero que venga.
-Hola.
-¿Ves?
-Vaya.
-Sólo tengo un rato.
-Ya te veíamos.
-¿Venís?
-(A la vez) Sí.
-(A la vez) No.
-Bueno, ¿Entonces?
-No vayas.
-Quiero ir. Es una piedra.
-No.
-¿Vienes?

(Sexta pausa)

-No, me quedo.

Fin

martes, 12 de noviembre de 2013

Como si fuera para mí

Pegué un bote en la cama y me apretujé contra el teléfono en cuanto oí tu voz:
-¡Hola!
Era sólo un "hola", pero dicho en un todo muy agudo y cantarín. Hacías el tonto y a mí me hacías reír aunque no quisiera.
-Tengo noticias.- añadiste.

Me contaste que por fín lo habías encontrado: era la siguiente pista en tu camino hacia el futuro. Era un cordelito de lana que había que seguir, y aunque tú intentabas quitarle hierro al asunto, yo sabía que era justo lo que necesitabas. 

Ese sitio tenía tu nombre y tus apellidos como carta de presentación, pero en el fondo ¿Qué más daba cómo fuera en realidad ese proyecto? Lo importante era que te daría esperanza, te demostraría que había mil sendas maravillosas ahí fuera que te estaban esperando, te insuflaría el aire renovador de las ilusiones. Y sería el siguiente peldaño en la escalera hacia... bueno, hacia donde quisieras tú.

Me alegré tanto que no sabía cómo hacértelo ver. Parecía que la que se iba  Lausanne era yo, y supongo que eso estaba relacionado con el hecho de que habíamos empezado a ser un mismo ente, sin darnos casi cuenta.

-Es... es... ¡fantástico!- y mi cabeza pensaba en qué te escribiría después, porque en ese momento me embargaba una felicidad explosiva.
-Me están llamando a cenar, amor...-
-Sí, yo igual. Parliamo dopo, caro mio ¡ciao!-

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Otroño tras otro

Otra vez íbamos mezclando jerseys y sandalias. Ya llegaba el frescor, y el crujido de las hojas ya me lo imaginaba yo (porque cuando uno miraba las acacias de la Castellana, veía las copas todavía verdes). Nunca me había ilusionado tanto un "otroño". Siempre sentía unas ganas inmensas de remolonear, de seguir en la cama del verano. Pero viendo la tristeza que había traído consigo el verano anterior, y sobre todo, teniendo en cuenta la cantidad de proyectos jugosos y apetecibles que se encontraban a la vuelta de la esquina... 

¡Ay! ¡Frío, llega ya de una vez! Que me apetece pasear entre charcos, enrollarme la bufanda y cerrarme el abrigo. Quiero ir al teatro calentito mientras imagino la lluvia y el mal tiempo que debe de hacer fuera. ¡¡Y quiero sabotear la hibernación inminente!! ¡¡¡A trabajar se ha dicho!!!

jueves, 5 de septiembre de 2013

Ya está. Buenas noches y hasta pronto

No importaba que llevara no días ni meses, años, preparándome para este momento: la muerte siempre nos pilla por sorpresa.

Con un simple "ya está" supimos que te habías ido. Y aunque no ha pasado ni una semana, sigo con la impresión de que todo pasó ayer mismo, o esta mañana incluso. Si, eso es, fuimos esta mañana todos en silencio en el coche. Miraba yo al oeste, y aunque nadie más parecía fijarse, yo sé que era tuyo, era tu atardecer. Era el atardecer más bonito que he visto en mi corta vida. A su vez, el silencio era ensordecedor, propio de un día nevado de invierno, no de finales de agosto. Y al llegar al destino nos invadió una oscuridad cálida y aquel silencio aturdidor quedó roto por nuestras miradas de desolación.

Te ví entonces sentado al borde de la piscina, con tu sombrero de tela embutido hasta las orejas, con el pantalon corto arremangado de aquella forma tan graciosa, leyendo a la sombra de los pinos tu ABC. Y las lágrimas acudieron a mí como imanes al verte a la vez en aquella cama blanca y blanda, dormido para siempre. Estabas después con Patricia, con Miguel, con Juana y conmigo en la mesa de piedra, sacabas un martillo y la bolsa de las almendras y piñones, y nos enseñabas a partirlas sin que se rompieran. Y a la vez caían mis lágrimas del tamaño de los piñones que partíamos en aquella mesa. Y mientras miraba tu cara tranquila, te recordé sentado en aquel banco de la Plaza de Chamberí sonriendo al vernos salir de una tienda la primera vez que compré algo, con las 100 pesetas que me diste.

En fin, he visto el humo, he contemplado el polvo, he llorado la sal y atesoro el recuerdo de tí. Hasta pronto, Abuelo Guimo.

miércoles, 14 de agosto de 2013

¿Y qué queréis que os diga?

Fue un verano muy extraño. Fue un verano de grandes expectativas cariñosas. Tenía ganas de pasar mucho tiempo con ellos, de pasar todo el tiempo del mundo riendo y disfrutando juntos. Quería visitar casas de indianos, bailar con "Buena Vista Social Club" y hartarnos del arroz y de maduro... y hacer todo eso juntos. Teníamos pendiente bañarnos en el mar y bailar joticas aragonesas por las calles empedradas de la Habana. Teníamos muchas cosas pendientes, y las seguimos teniendo. Y casi lo sentí más por todos vosotros, que lo necesitábais, que os lo habíais ganado, y porque al fin y al cabo, yo soy de buen conformar...

Pero en vez de hacer todo eso, volvimos al refugio en el mar. Ví cómo se íban los barcos uno tras otro a distintos lugares del globo mientras yo me quedaba en tierra firme. Eché de menos a los tripulantes de todos aquellos barcos mientras le daba la mano al hilo del que cuelgan los latidos del porvenir. Pensé en todas las cosas que no había hecho, y las que aparecían ahora pidiéndome atención mientras me alegraba en el fondo de no haberme marchado, y de haber estado donde tenía que estar en el momento preciso.

miércoles, 1 de mayo de 2013

APLAUSOS

Se apagan las luces. Silencio en el bastidor. O eso intentamos. ¿Por qué tenía yo tantos nervios? Yo estaba abajo, siguiendo el guión con la luz que se filtraba por la cortina; pero me sentía como si estuviera en la mesa de arriba, viendo el resultado, y sufriendo, a mi juicio, el papel más importante y el menos lucido de todos. 

Y salí a escena, sin mucha seguridad, intentando no hacerlo muy mal... y me fui de escena, a mi parecer, sin haber dejado mucha huella en ese público que se reía tanto. Pero aún quedaba un buen rato, teníamos muchos chistes guardados en la manga, y no tardaríamos en utilizarlos.

Arriba todo se ve con mucha más calma que dentro del bastidor. Será que la distancia nos da perpectiva, y que nuestra obra parecía ya encarrilada. Y suena música, y nos sonreímos (ya sea a los focos o a la oscuridad) mientras ellos bailan al son tontorrón de mi piano...

Y toca bajar. Y no sé porqué, pero fue distinta esta nueva aparición. Quizá cuando uno nota que algo se va acabando desespera intentando asirse a ello y disfrutarlo como mejor pueda. O a lo mejor era simplemente que estaba más cómoda, haciendo el payaso para que los demás lo pasaran bien, como a mí me gusta. "¿Que a qué he venido? ¡Pues a verte! ¡¡Y traigo una carta de recomendación!!"



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¿No sentísteis eso? ¿No notásteis como el mundo literalmente paró, me dio un par de bofetones y me dijo: "Si, guapa, eso es tuyo."? Porque yo casi ni me enteré de qué estaba pasando, y lo siguiente que recuerdo es estar llorando aturdida en la oscuridad del bastidor. 

Y después de mucho pensar, cuando por fin acabaron los tres días que culminaron mi existencia en el corto plazo, me dí cuenta de que lo que ahora voy a echar de menos no van a ser esos aplausos, sino las conversaciones en el yaris, las risas al piano, el frío del frontón, las chorradas de Ors, y las butacas de las salas C y D. Pero en particular, me dolerá echar de menos que digan que cazo ardillas, y que me enseñen cosas nuevas e impresionantes, desde el puesto más importante y menos agradecido de todos.

jueves, 18 de abril de 2013

¡Soy una mujer fatal!



-Y todas queríamos que Sergio Hernán nos quisiera. ¡Ay! ¿Por qué tras ese encuentro miraba a través de todas y cada una de nosotras como si fuéramos un escaparate simplón? Pero a mí, por supuesto, las demás no me importaban lo más mínimo: eran burdas coquetas, jovencitas, ingénuas, poca cosa... y lo más importante: ¡no tenían retratos de sus bisabuelas hechos por Goya!

Y Oshidori. ¡Bah! ¡Qué auténtico inútil! Siempre enrevesando las tardes, conspirando contra el amor, interceptando las llamadas... Porque ¡¡estoy segurísima que todas mis llamadas de aquellos cuatro meses fueron interceptadas!! Sergio no llegó a enterarse nunca de nada. Seguro. Como Oshidori era siempre el que tomaba el recado... ¡Porque no me puedo creer que efectivamente se lo diera a Sergio! De ser así, habría devuelto las llamadas sin tardanza. Debería sacudir al mayordomo ese a la remanguillé (y espero no olvidar esto último cuando le vea).

Y sí, Sergio tenía razón: había en mí algo fatal. Dijo que ese "algo" estaba en mis ojos, pero yo sé bien que los hombres caían a mis pies porque yo no lloro. Es verdad, no lloro. No sirve para nada. Soy una mujer de acción: actúo y soluciono el contratiempo. Y si no puedo solucionarlo me resarzo en algún incauto que pase por ahí (generalmente Oshidori). ¿Quién quiere a alguien débil para sí? Pues nadie, por supuesto. Y por eso, en cuanto se percatan de ésta, mi maravillosa cualidad, no desean dejarme marchar. Así fue con Sergio.

Y fue tras llegar a la pradera que me recitó "El lago" de Lamartine y me habló del alma, de las cuestiones trascendentales y de lo sólo que estaba. ¡Qué galán! ¡Qué encuentro el de aquella tarde! Y evidentemente, supe que se abrió de aquella forma porque yo era una mujer fatal. 

¿Las demás, dice? ¡Ya le he dicho que me importan un comino! Sergio dejó de verme, simple y llanamente por la culpa del dichoso Oshidori. Y para intentar soportar mi ausencia se vio empujado a ver a esas pintamonas que no hacían otra cosa que... ¡el canelo! La única que importa en esta historia soy yo, sino ¿Por qué toda esta entrevista?


¿Por la bebida, me pregunta? Ah, no. Eso es todo falso. Rumores de por aquí. Seguro que se lo ha dicho alguno de esos del clan de Pantecosti, ¿verdad? Pero, señor, son falacias, bolas, cuentos chinos,  ¡patrañas! ¿Me entiende? Todo mentiras. ¡¡Mentiras!! Oiga, ¿¿qué está escribiendo ahí?? ¡Le digo que no tengo problemas con la bebida! ¡¡Vuelva aquí!! ¡Me niego a ver publicadas en su periodicucho infamias y mentiras sobre mí! Porque le digo que son mentiras. ¡¡MENTIRAS!!

domingo, 24 de marzo de 2013

La Guerra

-Mi capitán, ¿cómo vamos?-
-Cabo, reúna a la tropa, es posible que necesiten una charla...-
-Si señor, enseguida. ¿Cree que sobrevivirán?-
-Tiempos difíciles se avecinan, Cabo, pero nada es imposible. ¿No se lo dijeron en la Academia?-
-No señor, me educaron en casa.-
-¡Vaya hombre! Haga el favor de llamarles, ande.-

Cuando todos los soldaditos se hubieron reunido en torno a la tienda del Capitán, éste les invitó a sentarse en círculo y los obligó a tomarse de las manos.

-Sé que no se llevan bien, ustedes. Sé que no tienen intereses comunes, que desean obtener condecoraciones y que creen que cada uno es mejor que los demás. No puedo hacer que se lleven bien, no puedo determinar quién es el mejor de ustedes, ni me importa lo más mínimo. Pero también sé que son hombres de coraje que llevan algo grande en su interior. Y todos y cada uno de ustedes son imprescindibles e inigualables. Quiero que recuerden esto último especialmente bien. No habría sido posible nuestra última victoria si nadie hubiera volado el puente, si nadie hubiera distraído la vanguardia enemiga, si nadie hubiera cercado la retaguardia... Callemos. Callemos, compañeros, que no subalternos, un minuto por aquellos de nosotros que ya no están. Callemos por nuestras familias, a la espera de noticias, a la espera de un lugar libre donde vivir. Callemos por los enemigos, que no saben aún de nuestras pesquisas, que serán hombres, como nostros, y que por algún desagradable plan del hado, están destinados a morir a nuestras manos... Callemos, y pensemos en el horror al que estamos sometidos, en las atrocidades que cometimos, que cometemos, que cometeremos. Callemos, confiando en que con nuestros actos lograremos nuestros fines bondadosos... pese a las enseñanzas de aquel que dijo que "el fin no justifica los medios". Callemos, y no pensemos en las vidas que acabarán y en las familias que quedarán mutiladas mañana por la mañana... Callemos, caballeros.-

Miraron todos al suelo, a la arena pisoteada del campamento y siguieron tomados de las manos. Y pasados unos instantes, el Capitán se levantó y les dijo.

-Si me disculpan, señores, lo he pensado mejor y yo paso de esta milonga. Tengo al señor Kant en alta estima, y comentó en algún papel aquello del imperativo categórico, y que las personas son fines en sí mismos, y otra serie de cosas que yo acojo de todo corazón. Así pues, guiarles a la victoria está en contra de mis ideales, y no lo voy a hacer. Les deseo lo mejor.-

-Tampoco queremos nosotros, Capitán. Lo hablabamos anoche en la enfermería, señor. Nos vamos con usted.-

Y en ese momento, sonó el teléfono situado en la tienda de las comunicaciones. 

-Ande, Cabo, cójalo.-

Y el cabo se adentró en la tienda, y pasados unos instantes salió con la cara más sonrosada y alegre.

-Capitán... que ellos tampoco quieren.-

-¿Que no quieren qué?-

-La guerra, que están hartos y que vienen para acá a jugar al mus.-

-Prepare los tapetes, Cabo, y delegue en alguien la tarea de distribuir los equipos en el torneo.-

domingo, 10 de marzo de 2013

Acogedor

Un ascensor de madera de una casa modernista, de otra época. Con paredes de cristal a través de las cuales veía el mármol y los descansillos iluminados. Pasaba horas infinitas y cortas en la casa de techos altos viendo álbumes rojos de 1995. Y al despedirnos, al montarme en el ascensor y notar cómo éste empezaba a a bajar miraba hacia la puerta de madera donde mi nonna aguardaba saludando y tirándome besos hasta que desaparecía de mi vista.

Una espalda y unos brazos calientes, suaves, salpicados de lunares. Me abrazan. No importa si es en una calle empinada filtrando el sol por las ventanas del coche, o si es de noche al lado del radiador. No tengo frío del mundo.

Un salón con un sofá naranjita de killing, bolsas de pipas saladas sobre la mesa de cristal (alguien ya se ha comido las suyas y sólo quedan las cáscaras sobre un periódico obsoleto), una bolsa de nubes, varios pares de zapatillas de andar por casa desperdigados en la alfombra de puntitos minúsculos. Salón de lectura o soma en famila. 

Mi bureau, mi caja rosa, mis cuadernos, mi navaja suiza, mi mochila de colores, mis siete libros, la basa, las tumbonas naranjas y amarillas de la era, el magnolio, tus cartas... todos van dentro.



lunes, 21 de enero de 2013

Espera

Me preguntaste qué era lo que iba a contar yo el otro día... Es posible que pronto lo sepamos.

Mientras tanto el buzón de correos está hambriento, y me toca prepararle algo.

miércoles, 9 de enero de 2013

Curry: our own style

Todos sabemos que Poppy se fue a ultramar tras la velada en casa de el Sirio. Fue al sol y al verano, fue a encontrarse a sí misma. Allí aprendió a ver las cosas desde más arriba y a descubir nuevas perspectivas. Mantuvo el contacto con varios de los madrileños, y supo así que casi toda la pandilla había ido de viaje de veraneo a la playa: Don Dionisio, el Sirio, Rizo, Don Roger y hasta Doña Margarita. Pero a la vuelta, no sólo la propia Poppy había cambiado, sino que en Madrid bastantes cosas eran distintas también. 

Varias de ellas para bien, el grupo de amigos parecía haber aumentado satisfactoriamente: doña Agnes, el Magno y Don Paolo pasaban más tiempo del que solían con ellos. Resultó que el primero era bailarín profesional, y su especialidad eran los bailes de salón, con lo que les organizaba veladas entrañables en las que les enseñaba algunos pasos y dirigía las competiciones amistosas entre ellos (sin participar él nunca, puesto que los habría sobrepasado con creces). Y Don Paolo, hijo de artista, se dedicaba a la fotografía, y gracias a ello todos recibían con cierta regularidad en su buzón los momentos inmortalizados. Por otro lado, Doña Margarita comenzaba a dejarse ver menos por allí... 

Habían dejado de ser todos universitarios recién llegados para pasar a defenderse mejor en sus respectivos mundos. Sin embargo, siempre había alguien perdido, aunque fuera momentáneamente. Poppy no podía evitar ver la desesperación que la estuvo acechando durante el año anterior en los ojos de el Sirio. Aunque quizás sólo fueran imaginaciones suyas... El mundo se hacía cada vez más grande, y ahora tenían acceso a lugares que antes no habrían imaginado. Lo llamaban crecer, aquellos días. Y cada uno lo hacía como bien podía; en ocasiones algún batacazo era necesario: se ponían de nuevo los pies en la tierra y se amenizaba la magulladura del desengaño entre amigos.

Aquel otoño y aquel invierno de 1952 fueron intensos y rápidos. Y se sucedieron grandes veladas. Memorable fue el cumpleaños de Don Roger; al que fueron todos convidados a un bar muy informal. ¡Qué distinto era de los sitios, como "Chicote", que solían frecuentar! Allí Poppy conoció algo más a Don Paolo, y confirmó aquello de que tenía algo, aunque tardó mucho en decirle que casi perdió su avión de vuelta de "North Carolina" por uno de los telegramas veraniegos.

Les dio a todos en esos días un no-sé-qué con la gastronomía, y se aficionaron a preparar platos. En el propio cumpleaños de Don Roger, Poppy llevó un postre al estilo americano; y aprovechando el aniversario de Don Dionisio, y sin dejar que el servicio doméstico se entrometiera lo más mínimo, se organizaron todos para preparar una receta que le había recomendado a Don Paolo su hermana, la cuál vivía al otro lado del charco por aquel entonces. 

Mas la mejor anécdota culinaria fue la del paquete de curry. Asistieron todos, (gracias a los contactos de Don Dionisio en el consulado irlandés) a una cena organizada por el vicecónsul, en la que para clausurar la velada -y a modo de sobremesa- se organizó un concurso entre los asistentes. Mr. Brendan, el cuñado del vicecónsul, era el encargado de leer unas tarjetitas con preguntas, y al finalizar la noche, el grupo con mayor número de aciertos ganaría la cesta, mientras que el perdedor recibiría un paquete de curry (siendo extremadamente difícil conseguir curry en Madrid por alquel entonces). Así pues, de esta manera consiguió el grupo el dichoso paquete de curry.

Rizo los invitó a todos a su casa a disfrutar del premio.
-¿Cómo se cocina esto?- Preguntó Don Roger al llegar.
- Ah, yo no sé.- Le respondió el Sirio desde el butacón del salón levantando las manos.
-Bueno, calma calma... digo yo que habrá instrucciones.- Intervino Poppy que justo se adentraba en el salón seguida de Don Paolo.
-¡Ya estamos en ello!- Se oyó desde la cocina.
-¡Oh! ¿Habéis empezado sin nosotros, Dionisio?- Preguntó Don Paolo alzando la voz.
-Va a ser pan comido, ¡dejad los abrigos en el recibidor y venid!- Dijo Rizo desde la cocina también.

Poppy se sentó en el salón acompañando a Don Roger y a el Sirio los cuáles esperaban la llegada de Doña Margarita, y de Azahar, la prometida de Don Dionisio, que no tardarían en llegar. Efectivamente, minutos después sonó el timbre del portal, y entraron las dos.
Decidieron poner la mesa y esperar a que el resto del equipo acabara de cocinar el curry. Y por fin, tras un periódo de tiempo que les parecieron horas, salieron de la cocina dándose muchos aires Don Dionisio, Rizo y Don Paolo sacando los platos ya servidos siguiendo el orden que indicaba el protocolo.
-¡Qué bien huele!-
-¡Menudo festín oriental!-
-Pues yo nunca lo he probado, ¿cómo es?-
-Ahora verás...-
-Bueno, yo quiero proponer un brindis por...-
-¿En serio? ¿¡Hoy también!?-
-Déjalo, si a todos nos encanta que brindemos siempre por algo...-
-Ah, no. Si no queréis, no brindamos y ya está.-
-Yo si quiero, ¡venga!-
Reían todos, y tras estrellar las copas unas contra otras mirándose a los ojos y apoyándolas en el mantel tomaron todos las cucharas y se hizo silencio.
Tras unos instantes comenzó una risa nerviosa a extenderse por la mesa. Poppy no podía más y miraba a Doña Margarita con complicidad, algunos como Don Roger y el Sirio miraban al plato fijamente tratando de disimular la risa.
-Caramba... -dijo Don Dionisio al fin- es... curioso-
-Sí, cuanto menos. Yo no lo recordaba... así- prosiguió Don Paolo.
Azahar estalló en una de sus carcajadas características que resonó por todo el salón y fue el pistoletazo de salida para todos los demás: no podían parar de reír.
-¡Es como pasta pasada!- confesó Don Roger al fin.
-¿Pero cuánto tiempo había que hacerlo?-
-¡jajajaja es... es como.... jajajajaja!-
Trajo Rizo el paquete vacío a la mesa y todos lo examinaron. 
-Está en inglés.... ¿Cuánto dice que había que ponerlo al fuego?-
-Como era mucha cantidad... pone cincuenta.-
-A ver, déjame ver...- Dijo Poppy, y Doña Margarita y ella leyeron el paquete.
-¡No pone cincuenta! ¡¡Pone quince!!-
-¿Ves, Dionisio? ¡Te lo advertí! ¡Que era mucho!-
-¡Qué vas a haberme dicho, Paolo! ¡Si estabas tan entusiasmado como yo!-
-Sí, pero ya me parecía raro a mí eso de...-
-Bueno, bueno, haya paz.-Interrumpió Poppy.
-Esto está incomible- Añadió Doña Margarita mirando la masa informe ocre de su plato.
-Oh, pero yo me he reído mucho...- Decía Rizo. -Sacaré algo de la alacena, no os preocupéis.-

Terminaron comiendo una ensalada de atún espinacas y uvas pasas. Pero el incidente del curry les sacaría siempre una sonrisa al recordarlo.