Liberación y prisión:
La educación que las personas deben recibir, según Platón, esta relacionada con el alcance de una verdad universal como muestra en la alegoría de la caverna. Considera infelices e ignorantes a aquellos que no han tenido la fortuna de salir al exterior y contemplar el mundo, los objetos, y el sol, es decir, de aprender. Sólo una vez que se conoce todo aquello, el individuo experimenta una liberación, y de hecho “Si en aquel acto recordara su primera estancia, la idea que allí se tiene de la sabiduría y a sus compañeros de esclavitud se sentiría feliz de haber tenido esa experiencia y se compadecería de la desgracia de aquellos que prosiguieran viviendo en la caverna”. es decir, la persona llega a un nivel moral, de conocimiento y de experiencia superior; deja de pensar de la manera en que lo hacía en la caverna y de alguna forma tiene más recursos gracias a esa vivencia. El aprendizaje logra que el individuo deje de estar ligado a los patrones que marcan las convicciones, y la actuación de aquellos sumidos en la ignorancia de la caverna: “¿Crees que envidiaría aún los honores, las alabanzas y las recompensas que allí, supuestamente, se dieran al que reconociera las sombras a su paso, al que con más seguridad recordara el orden en que marchaban yendo unas delante y detrás de otras juntas (…)?” . Es por esto que se puede hablar de liberación: la persona que ha aprendido, que tiene experiencia de la verdad, que conoce el mundo de las ideas, tiene más herramientas a su disposición para desenvolverse. No hay que confundir, sin embargo, el control riguroso que defiende Platón en la manera en que se debe educar a los individuos (restringiendo sus actividades, el tiempo que deben emplear a cada materia o incluso las materias que deben estudiar) con la libertad que se consigue conforme se va aprendiendo y acumulando experiencia.
Por el contrario, Michel Foucault tiene una concepción totalmente opuesta acerca de la educación. En primer lugar, no se centra en el proceso de aprendizaje que experimentan los individuos, sino que su análisis sólo atañe a las instituciones destinadas a la enseñanza. El filósofo francés establece una relación entre los colegios y las prisiones; no sólo porque en las cárceles se trata a los delincuentes como alumnos que deben aprender a reintegrarse en la sociedad, sino porque en las escuelas los niños son tratados también como delincuentes. En las instituciones de enseñanza el objetivo es lograr que los individuos que se educan sean capaces de adaptarse a una sociedad que no acepta sujetos que se desvían de “la norma”, de lo establecido. Se busca la producción de personas obedientes y esto se consigue por medio del control: “y es necesario, a pesar de esa multiplicidad de alumnos, que se logre una individualización del poder, un control permanente, una vigilancia en todos los instantes, así, la aparición del vigilante o celador, que en la pirámide corresponde al suboficial del ejército; aparición también de las notas cuantitativas, de los exámenes, de los concursos etc.”. Foucault afirma además que los mecanismos que se emplean para tener bajo control a los alumnos son múltiples, variados y hasta pueden, en un principio, parecer inofensivos pero que en el fondo están cuidadosamente pensados: “Vean, por ejemplo, como ustedes están sentados delante mío [sic] en fila. Es una posición que tal vez les parezca natural, sin embargo, (…) los ojos del profesor pueden individualizar a cada uno, puede nombrarlos para saber si están presentes, qué hacen, si divagan, si bostezan etc.”.
Así pues, la idea de este filósofo es que la educación significa una alienación; puesto que el objetivo es que todos los individuos educados sean idénticos en el sentido de que van a ajustarse al modelo de persona que desea la sociedad, no se les puede dar libertad a estos alumnos sino que deben estar sujetos en todo momento por una serie de mecanismos (los exámenes o los vigilantes antes mencionados) creados para controlar. Es decir, predomina la idea de que la educación no tiene como objetivo formar personas capaces, con recursos o con conocimientos, sino que se desean individuos que sigan un patrón de conducta determinado.
Un ideal frente a un ataque:
Una de las principales diferencias entre las ideas sobre la educación de los dos filósofos es la forma en que plantean la cuestión; no tiene nada que ver la crítica que enuncia Foucault, con esa educación ideal que construye Platón.
Platón, en su obra “la República” habla sobre la creación de un Estado justo, una compenetración de ciudadanos que busca alcanzar la perfección; y en esta empresa la educación de los ciudadanos cobra una gran importancia. Para el filósofo griego, el Estado -al igual que el alma- se dividía en tres partes según su constitución: la irascible (que la formaban aquellos que se encargaban de la guerra), la concupiscible (que eran los productores o los mercaderes), y la racional (formada por los filósofos que gobernarían la nación). Debido a esta división, la educación debía llevarse a cabo de una manera determinada para conseguir el Estado ideal que se perseguía. De acuerdo con la constitución de los niños (en cada uno predominaría una parte diferente de entre las tres) la educación sería diferente, no se podía educar igual a un futuro artesano que a un futuro gobernante. En especial, Platón pone interés en la educación de los filósofos y de los guerreros, porque, debido a su escasez y a su relevancia social (en el caso de los dirigentes filósofos serán ellos los que tomen las decisiones), los considera de las más importantes: “Podemos asegurar igualmente (...) que las almas mejor nacidas se hacen las peores por medio de una mala educación”. Aparte de que del resto de almas (en las que domina la parte concupiscible) Platón no se preocupa demasiado, porque al ser mediocres no podrían hacer grandes cosas, ya sean buenas o malas; no son relevantes, y no importa que se hable de ellos como individuos o refiriéndonos a aquella gran masa común que compone la sociedad: “De las almas vulgares puede decirse que jamás harán ni mucho bien, ni mucho mal (…) ni como particular ni como hombre público”. El filósofo griego da unas pautas muy detalladas de cómo se debe educar a lo largo de toda su vida al tipo de niños que en un futuro tendrán grandes responsabilidades para con su Estado (los filósofos y guerreros): “Es preciso que los niños y los jóvenes se dediquen a los estudios propios de su edad, y que en este periódo de vida (…) se tenga un cuidado particular (…) de auxiliar mejor al espíritu en sus trabajos filosóficos. Con el tiempo, y a medida que el espíritu se forma y se madura, se reformarán los ejercicios(...). Y cuando, gastadas las fuerzas, no les sea posible ir a la guerra ni ocuparse de los negocios del Estado, entonces se les permitirá consagrarse por entero a la filosofía” . Y según él, para enseñar a los niños se les debería dar la oportunidad de que estuvieran presentes en el trabajo que, con el tiempo desempeñarían; por ejemplo, en el caso de los futuros guardianes, se les debería llevar al campo de batalla: “Llevarán consigo aquellos hijos (…) a fin de que, vean desde pequeños luego lo que un día tendrán que hacer ellos mismos”. Si tenemos en cuenta todas las instrucciones que dictamina Platón, como la restricción de los tipos de música a escuchar o la censura de ciertos poemas que podían transmitir mensajes inadecuados, acerca de cómo se debe educar a un niño (especialmente si va a tener alguna posición de relevancia dentro del mecanismo del Estado) podemos llegar a pensar que el filósofo defendía un cierto control más o menos riguroso sobre este tema a fin de que la gestación de su Estado ideal saliera bien.
Los comentarios de Platón sobre la educación en “La República” van dirigidos a la creación de un Estado ideal, por eso tienen como fin establecer una serie de directrices acerca de cómo se debe instruir a los niños para alcanzar una sociedad utópica.
En cambio, el enfoque de Foucault es totalmente diferente, puesto que no da las pautas a seguir para educar a los componentes de una comunidad para lograr establecer un tipo de sociedad concreto, sino que analiza un sistema educativo ya existente -tomando el caso específico occidental de Francia del siglo XX (que no es muy diferente del actual)- para criticarlo y determinar cuáles son los problemas y defectos principales del mismo. Más que una construcción filosófica, más que un intento de idear, de armar una teoría acerca de la buena educación y su relación con el Estado, Foucault va a realizar un estudio sociológico y crítico. La intención de este filósofo es denunciar y desenmascarar los intereses de aquellos que tienen el poder más que proponer un sistema ideal. El filósofo relaciona la educación con la posición que tiene un individuo dentro de una sociedad determinada (suele ser también la Francia de hasta finales del siglo XX) partiendo de la premisa de que todos los individuos que la componen son iguales -sin establecer diferencias de manera de ser, como hacía Platón-. Michel Foucault examina la dinámica de funcionamiento de las instituciones principales de educación para niños y jóvenes:“Fue primero en los colegios y después en las escuelas secundarias donde vemos aparecer estos métodos disciplinarios donde los individuos son individualizados [sic] dentro de la multiplicidad.” Aquí llama la atención que puesto que Foucault no tiene como objetivo dar unas directrices de la buena educación, no tiene en cuenta (cosa que sí hace Platón) el aprendizaje que puede tener una persona tras haber abandonado la infancia y la juventud. Y sin tratar el proceso de asimilación de conceptos o de experiencias por parte del sujeto critica y denuncia el empequeñecimiento (o en ocasiones la anulación) de la libertad de los educandos que se da dado debido al funcionamiento de las instituciones de enseñanza: “El colegio reúne decenas, centenas y a veces millares de escolares, y se trata de ejercer sobre ellos un poder que será justamente menos oneroso. Allí tenemos un maestro para decenas de discípulos y es necesario, a pesar de esta multiplicidad de alumnos, que se logre una individualización del poder, un control permanente una vigilancia en todos los instantes.”
Así pues, mientras que de las teorías de Platón se podría decir que son constructivas, las de Foucault resultan destructoras, que atentan contra la educación ya establecida pero sin dar alternativas posibles.
La educación como medio para sostener un sistema político:
Los dos filósofos coinciden en la importancia que tiene la educación en cualquier sistema político. Por las reflexiones de ambos podemos deducir que son conscientes y que apoyan la idea de que la formación de individuos constituye un tema de vital importancia en la política.
Tanto Platón como Foucault enfocan la educación como la formación de aquellas personas que van a interactuar de alguna manera en la sociedad (ya sea desde un punto de vista político, económico o de cualquier otro tipo); por eso consideran tan importante el hecho de que la educación sea la correcta.
Platón, en concreto, considera que no puede haber diferencias sociales y políticas debido al origen familiar de cada individuo, pero cada ser humano tiene unas cualidades que le hacen apto para llevar a cabo unas actividades u otras, y por eso se debe dar una división del trabajo ligada a una educación específica para cada tipo de persona. También habla siempre de estos sujetos a educar como instrumentos que en el futuro desempeñarán una serie de funciones dentro del Estado y tiene en cuenta a hombres y a mujeres situando a ambos en un mismo plano de importancia; pone como ejemplo el caso de los guerreros y sus mujeres: “Por consiguiente: las mujeres de nuestros guerreros (…) participarán de los trabajos de la guerra y de todos los que exija la guardia del Estado. Sólo se tendrá en cuenta la debilidad de su sexo al asignarles cargas más ligeras que a los hombres.” .
Un punto muy importante dentro del pensamiento de Platón es la supeditación de la felicidad individual a la colectiva: puede que los guardianes no estén del todo satisfechos con la educación que se les da que les anima a vivir de determinada manera (careciendo de riquezas y otra serie de lujos), pero es más importante que el Estado en conjunto funcione correctamente puesto que este hecho en sí provocará la felicidad particular en los individuos.
Dependiendo del grado de felicidad colectiva y del buen funcionamiento del Estado (dos parámetros muy unidos entre sí) podremos determinar el éxito que haya alcanzado la sociedad que se ha formado. Así, Platón asegura que es imprescindible una buena educación (remarcando en especial la de los gobernantes) para que se puedan cumplan gran medida los dos parámetros antes mencionados: “Procuremos, pues, a todo trance, que los ministros no hagan lo mismo respecto a sus conciudadanos, tanto más cuanto que tienen en su mano la fuerza, y que en lugar de ser sus defensores y protectores, puedan convertirse en sus dueños y tiranos. (…) ¿No es el modo más seguro de prevenirlo darles una buena educación?”
Foucault también enlaza la cuestión de la educación con la permanencia de un sistema, no habla precisamente de un sistema perfecto en el que se den unas relaciones armoniosas entre los individuos con repartos de tareas y compenetración, sino que alega que para que unos pocos sigan manteniendo el poder sobre el resto se deben dar una serie de factores (entre ellos una educación específica que controle y subordine a los individuos).
El filósofo francés se centra en el cambio de los grupos que ejercen el poder en el Antiguo Régimen y en los sistemas constitucionales posteriores; si bien al acabar con la concepción del origen divino del poder que tenían los monarcas ya no hay excusas por las que seguir teniendo bajo control a las masas (por medio de ese control se mantenía la dinámica de la sociedad, se podía recaudar o legislar etc.), al aparecer la educación institucionalizada y regulada esa alta burguesía (que es quién ha recogido el testigo del poder que pierde la monarquía) puede mantener a los individuos vigilados de nuevo sin necesidad de buscar nuevas excusas. “Disciplina es, en el fondo, el mecanismo del poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues por los cuales llegamos a tocar los propios átomos sociales, eso es, los individuos. Técnicas de individualización del poder. (…) Otro lugar en el que vemos aparecer esta nueva tecnología disciplinar es la educación.”
En esta cuestión de mantener un sistema ya establecido con una jerarquía y una dinámica determinadas tienen mucha importancia otro tipo de instituciones además de las de enseñanza: Foucault habla de las prisiones y los psiquiátricos como herramientas con las que cuenta el sistema para perpetuarse. El objetivo principal consiste en mantener los órdenes establecidos, las complejas relaciones de poder sobre las que se fundamenta un sistema social y político. En principio, las instituciones de enseñanza serían las primeras en intervenir sobre los individuos (puesto que se les trata cuando son todavía niños), más tarde, de no surtir efecto las medidas llevadas a cabo en estos organismos se pasaría a someter a aquellos individuos que no aceptaran las normas a otras instituciones como las prisiones o psiquiátricos. En definitiva, Foucault afirma que no es sólo mediante las escuelas que se sostiene un sistema, sino que se trata de una red de instituciones (como las prisiones, los psiquiátricos antes mencionados, y hasta las fábricas o los lugares de trabajo) que se coordinan para mantener el orden establecido. Pero al contrario que en el sistema que defiende Platón (aquel en el cual se da una justicia política en pos del buen funcionamiento de lo común, y con ello de lo individual), el sistema que se mantiene por medio de este entramado institucional busca mantener un orden en beneficio de un interés particular: de una clase o forma de vida que mantiene el poder.