jueves, 29 de septiembre de 2011

Y el teléfono no suena.

Chopín se muere por el patio de mi casa, Albéniz parece escupir piedras cuando grita "¡Asturias!" a pleno pulmón hasta que se le desgarra la garganta por los siete pisos. Bethoveen se ha marchado hace ya un rato y Debussy está asomado a la ventana intentando ver la luna grande y blanca que pasa por un trozo de cielo a las 2 de la mañana.

No puedo dormir.

Son redobles de "re" en los oídos, son charcos y reflejos, melodías de otros tiempos que hacen que el presente sea más vívido... que la idea sea fija. Nocturno. Se para el tiempo y la puerta a lo etéreo se abre. Lo etéreo está vacío, lo intangible es lo presente, el insomnio es la realidad y el sueño no existe.

Me voy con ellos a la ventana. Charlemos.
"Por qué no suena?" Les pregunto.
"Ya sonará" Dice Debussy.
"Está en ello, no te preocupes" Consuela Chopin.
"Haz como yo" Anima Albéniz.
Grito "¡¡Asturias!!" yo también; muero por el patio; y con las manos, toco la luna grande y blanca. Un claro, un vals, una raíz flamenca...

No puedo dormir, porque el teléfono no suena.

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