domingo, 18 de septiembre de 2011

Cenas, como en Madrid

  Tengo muchas ganas de que nos vayamos tú y yo de camping por ahí, a lo cutre. Aunque no será tan cutre porque todo el mundo sabe que los campings de Europa están mucho mejor cuidados que los de aquí. La lista de cosas para hacer es larga, pero apetece todo:

Tengo ganas de que hagamos vivac en la Selva Negra, de que crucemos los puentes de Venecia y de que visitemos juntos Villa Rotonda. Cada uno con sus inquietudes, pero se comparten: el centro de Amsterdam, Vicenza y la catedral de Albi.

Tengo ganas de viajar contigo en avión, de que carguemos con unos cuantos bultos y que llevemos la etiqueta de "turistas" en la frente. Tú mandas en Berlín, pero yo te llevo por Montpellier. También quiero tomar cerveza en una calle empedrada al norte de aquí; quiero que veamos puestas de sol que dejan noqueado al insensible más bruto; quiero pasear, callejear, recorrer avenidas, parques y museos... juntos.

Habremos alquilado unas bicis para ir por Amsterdam, y también por Florencia, y saldrás en mis acuarelas de las tardes de Venecia. Traeremos la maleta llena de carretes usados para revelar, y habré escrito un cuaderno de viaje que contará cómo te tiró aquel señor francés el helado por la cabeza.

Llevaremos gafas de sol, y los trayectos en tren se nos harán cortos. Y nos haremos los locos extranjeros que no se enteran de nada para reírnos un rato. Y por hacer las tonterías a nuestra manera brindaremos con Gintonic en las góndolas.

"¡Levántate ya, que el vuelo sale en tres horas, y a Barajas no se llega en 10 minutos!" No me gusta madrugar, pero sabiendo que el viaje incluye pizzas para cenar sentados en el granito claro de las plazuelas (como aquellas cenas que nos tomamos en Madrid) me levanto.

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