jueves, 8 de septiembre de 2011

Bulevar

Lo echo de menos. Hay que confesarlo: ese bulevar era la inspiración, daba igual la estación del año, la temperatura, el tiempo o la gente que hubiera alrededor... Todas las mañanas, como mínimo una vez tenía que pasar por allí, y era un momento de ir con los oídos taponados por los auriculares y con las manos en los bolsillos (en caso de llevar bolsillos) sin pensar en nada... o en todo a la vez.

Llegaría a casa y pensaría en el paseo del día, pondría las ideas sobre la mesa y después escribiría acorde con ellas. Ya no hay paseo, ni ideas, ni escritos que leer después de un tiempo.

¡¡No me sirve el cercanías que pasa por el sur de mi ciudad!! ¡¡No me sirve el metro resguardado de la luz y de la lluvia!! ¡No quiero dos horas de lectura todos los días! ¡Y no quiero perder las ideas por el camino!
Ni siquiera cuento con un paisaje que despierte nada: almacenes, cables, vías y edificios feos por detrás (¿Qué se espera de mí? ¿Una sinfonía de metal, inhumana?). Si al menos fuera un rodalies que yo me sé... tendría el mar y las fachadas art decó y modernistas que un día se plantaron con argamasa.

Pero no es cuestión de paisaje tampoco. Yo quiero seguir con mi rutina, mi privilegio de vivir al lado de todo y de todos. Y paradójicamente, pese a que vives tan lejos, tú no has cambiado mucho tu rutina. Y a mí sólo me queda irte a ver a la salida para poder pasear por ahí. Echo de menos mis paseos por la Castellana.

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