domingo, 30 de diciembre de 2012
domingo, 18 de noviembre de 2012
Era(n)
Era una llanura inmensa y ocre. Eran unas rocas y unas plantas forrajeras que lo recubrían todo. Y era un viento fuerte, un vendabal, en aquella inmensidad que no paraba de soplar. Era un cielo azul brillante que se veía entre las nubes, y un perro tímido que paseaba por aquel paisaje silencioso.
Hacía frío, y tus pasos sonaban como crujidos por la gravilla del suelo. En aquella tempestad seca eras la segunda parte del compás número cuarenta del Claro de Luna de Beethoven, siempre lo has sido. Y yo no podía alegrarme más, porque contigo el viento y el frío se habían marchado, y nos quedaban el paisaje y el perro.
***
Eran unas cartas que llegaban al buzón. Eran fotos de sitios lejanos que añoraban tu estancia. Eran acuarelas tímidas en momentos de euforia. Eran sellos y post-its, remitentes y sobres... puede que en correos se acaben cansando de nosotros.
***
Eran unas katiuskas negras apoyadas en tu salón. Eran paseos de madrugada, eran juicios sin sentido con lo que no podíamos evitar reírnos. También eran pijametas de colores que habían visto las noches con nosotros, tiradas en el parquet. Y por supuesto, eran lametones en la cara. Eran preguntas en inglés.
***
Era subir a los árboles, era salir del ascensor y ver al guitarrista, era escuchar esos acordes con mi nombre a las tres de la madrugada en el bajo blanco... Era tener la risa tonta, eran expos y arquitectos.
Y yo era una sonrisa de oreja a oreja
***
Y yo era una sonrisa de oreja a oreja
sábado, 27 de octubre de 2012
Rojo y Azul
Rojo y Azul entran en escena. Se sientan en las sillitas del medio del escenario y esperan un rato, Azul de forma tranquila mirando al frente hieráticamente, Rojo, se entreteniene jugueteando con las manos.
-Mirando el jugueteo de Rojo. A mí también me gusta hacer el tonto, ¿Sabes?
-Sin mirarle. Pero nunca lo haces.
-Sólo cuando me lo puedo permitir. También hay que ser serios de vez en cuando.
-Pues podías echar una cana al aire en los "otros de vez en cuandos".
-Seco. Déjame.
-No.Venga, ríete, tómatelo con calma.
-Me lo tomo con calma, pero seriamente.
-Insistente. Déjate llevar. Escucha esto. Se pone la mano en el pecho, donde estaría el corazón.
-No. No lo oígo. Recuerda que no somos iguales, no hagas como que no lo sabes. Y además, es peligroso.
-Sí, es un riesgo. Pero merece la pena correrlo.
-Interesadamente. ¿En serio?
-Si, te lo estoy diciendo.
-Sacudiendo la cabeza enérgicamente. No. Yo te digo que no. Y no es que tenga miedo, es que sé que no compensa. Necesito garantías. Es lo más responsable.
-Esperanzadamente. ¿Y si te dijera que las hay? ¿Si te dijera que puede ser fabuloso te fiarías?
-Eso sería distinto, sin duda... Pero no lo has dicho.
-¿Tú quieres oírmelo decir?
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-Ya, lo imaginaba.
-¿Y tú quieres decirlo?
-La indecisión la tienes tú.
-Entonces ¿Quieres decirlo?
Pasa un rato en silencio.
-Ya, pero tú también te quieres meter en este lío. ¡Admítelo!
-No, yo sólo quiero meterme si hay razones para ello, que es distinto. Y no soy imbécil.
-Dolido. No es de imbéciles hacer lo contrario.
-Se acerca a Rojo y le pone una mano en el hombro cariñosamente. Vale, pero yo no soy así. A mí me gusta el control. Y sólo hago bromas inofensivas, cuando son banales. Se retira a la otra punta del escenario.
-Sonriendo con calma y mirando al techo. Y a mí me gustan tus bromas serias...
-Entonces ¿No vas a insistir más?
-No. Cuando tengas tus garantías vendrás. No hay prisa.
-Pero...
-Y tienes razón... en parte. Comienza a hacer mutis por el foro.
-Se gira de forma repentina hacia Rojo al verlo marchar. ¡Espera! Hagamos un pacto. Un trato.
-Para y se queda quieto de pie. Eso es muy tuyo.
-Y por eso funcionará.
-Comienza a andar hacia Azul. Vale, a ver.
-Hasta que no veamos garantías mando yo, y nos guardaremos bien de todo. Pero me comprometo a seguirte en todo y a dejarme llevar una vez que las veamos. ¿De acuerdo?
-¿Hacerme caso en todo todo?
-En todo todo todo.
-¿Y si dejamos de ver las garantías?
-Entonces ya veremos qué hacemos... O mando yo, o sigues tú o hacemos otro pacto.
Rojo le tiene la mano rápidamente. Azul la estrecha asintiendo solemnemente.
TELÓN
miércoles, 24 de octubre de 2012
Buenas Noches
Está todo muy oscuro, y ya no quedan ni estrellas ni luna para alumbrar esta noche (me han dicho que se han ido de acampada al monte, que esperan allí), está todo callado y todos duermen, y sólo se oye el "tiqui-tiqui-tiqui" de las teclas del ordenador...
Yo iba a escribir la historia del fotógrafo en el café, pero prefiero pensar en lo agobiada que estaba esta mañana... y cuando lo comparo con lo callado que está todo esto no puedo evitar sonreír.
Hay muchas horas en el día: justo antes del amanecer, todo está frío y es de un azul mojado, el viento nocturno se empieza a marchar y cuando uno está despierto a esa hora parece que el mundo le cuenta un secreto al oído sin que se enteren los demás. Cuando llega el sol, los ojos se achinan, y como los osos tras la hibernación vuelve todo al trajín cotidiano, primero despacio y a medida que pasan las horas el barullo aumenta... Con luz. Conscientemente. Con gente. Compartiendo.
Y el sol se empieza a marchar. En los días naranjas uno se acongoja; uno quisiera cambiar el reloj, adelantarlo o atrasarlo, pero no estar frente al trágico fin del día. La muerte del foco. Se despide como si fuera el último acto de la obra, lo sabe, y se esmera en su interpretación. Y es paulatino, sin darse uno cuenta, entra en el mar de la noche: púrpura, azul, negro.
Como ahora, que está todo muy callado y oscuro. Y me gustaría que estuvieras aquí para oír el silencio, porque al contrario que en el resto de horas, en esta no molesta nadie. Uno piensa en sus cosas sin ruidos de ambiente, uno fisgonea la calle y no pasa ni un alma, uno pasea por donde sea como si fuera el último habitante de la Tierra. Por la noche sólo se oye el "tiqui-tiqui-tiqui" de las teclas... o ni eso.
Buenas Noches.
martes, 9 de octubre de 2012
Carbeleño
Cuando volví a Carbel aquel año, pocas cosas habían cambiado. La tía María seguía con su huerto y su pozo, el kioskero de la plaza seguía vendiendo "La Marmota" y las misas de los domingos por la tarde se sucedían de semana en semana.
El problema era que yo había crecido. Pasé toda mi infancia en la capital, y sólo en los veranos iba a Carbel a ver a toda la familia. Y yo tenía otra visión del mundo: conocía las carreteras comarcales, había vivido en otras ciudades del país, había ido al extranjero, sabía idiomas, conocía otras opiniones... y en Carbel todo seguía igual: la valla del señor Roberto estaba igual de rota, mis primos seguían yendo de excursión al caño del colmenero, se seguía hablando el dialecto de allí y seguían empeñados en que Carbel era el mejor pueblo del mundo.
Y yo... ¡Pues claro que sí! Carbel era el mejor pueblo del mundo. Una alegría me inundaba el pecho cada vez que cruzaba el cartel de bienvenida, todos los años acababa con un nudo en la garganta por la emoción de ver los fuegos artificiales de las fiestas de Carbel, y para mí el camino del caño era uno de los paisajes más bellos que había visto nunca. Pero aquel año yo había crecido, y ya no era el niño que bajaba a comprar helados en pantalones cortos con mis primos a la hora de la siesta; llevaba tres años en la universidad y el mundo se iba descubriendo ante mí como un concepto complejo y, en ocasiones, doloroso.
Estaban raros, los carbeleños empezaban a exagerar con aquello de que Carbel era la mejor patria del mundo. Quizá siempre fuera así, pero hasta aquel año no me percaté de la insistencia del pueblo en el tema, mis familiares soltaban comentarios aquí y allá, y hasta el alcalde había comenzado la campaña de "Carbel hasta el infinito" como forma de promover el pueblo. El problema era que no se trataba de una mera promoción, la campaña tenía un punto de desprecio por lo ajeno a Carbel. Sin embargo, yo no le dí importancia, porque yo era uno de ellos al fin y al cabo, y Carbel era el pueblo más bonito del mundo.
-Pero es que tú no eres de aquí- me dijo mi prima Mabel tímidamente cuando volvíamos todos esa tarde de ver la feria.
-Sí soy de aquí- le respondí yo muy tranquilo.
Ante mi respuesta se rieron un poco los demás.
-Hombre, carbeleño, carbeleño, no eres, Guille. No hablas el dialecto.- dijo Joaquin.
-Ni vives aquí- añadió Alberto.
Era cierto, no vivía allí durante el año, ni hablaba bien el dialecto; pero en los últimos cuatro años me había esmerado mucho y practicaba sin descanso con el tío Javier en la capital, por no mencionar que me conocía el pueblo casi tan bien como ellos y también tenía una casa, y unas raíces -ellos- con las que identificarme.
-Bueno, ¿Y si viviera aquí siempre, sería carbeleño?- les pregunté esperanzado.
-Pues eso sería interesante- empezó Sara dándome esperanza- pero igualmente, fíjate en mi abuelo Romero, lleva tooooda la vida en Carbel, pero no habla ni una palabra del dialecto; por eso, siempre ha sido, y siempre será de Villaconejos de Arriba. Por mucho tiempo que viva aquí y por más que esté casado con la abuela Adela.-
-Es verdad, hasta el alcalde lo decretó en la última ley de censo municipal.-
-Mira, Guille, requisito imprescindible...-
No volví a hablar en toda la noche, y quedé con aire apenado. Muy apenado. Me habían echado de su lado, me habían denegado un sentimiento. Puesto que ¿Qué es el nacionalismo sino un sentimiento? Eso decían los europeos del siglo XIX cuando revindicaban la formación de naciones importantes como Alemania o Italia, un sentimiento puro y duro que les unía a todos. Un amor a un territorio, a unas costumbres y a un idioma. ¿No contaba para nada que mi familia, mis orígenes estuvieran en Carbel? ¿El esfuerzo por aprender el idioma no importaba si no se llegaba nunca a dominar? El suelo desapareció bajo mis pies esa noche, ¿Qué clase de movimiento que instigaba la exclusión estaba promoviendo el alcalde con su legislación? Porque si bien hay muchos males en el mundo, el pecho se desgarra y no sana jamás cuando uno se convierte en un "sin tierra". Y eso me habían hecho a mí, me excluían de Carbel, me arrancaban de mis raíces y me denegaban un sentimiento.
Llegó a tal extremo la vanidad de mis bienamados carbeleños, que llegado el momento, el pueblo no quiso saber nada más del mundo exterior; se llevó a cabo un proceso de independencia y prosiguieron con sus vidas, aparentemente más contentos. Dos días después de la proclamación de la República de Carbel, llegó una carta oficial a mi casa con la firma del alcalde: se me concederían -si así era mi deseo- un pasaporte y la doble nacionalidad. Mas con el alma sangrando nostalgia y desengaño rompí la carta, ¿para qué quería lo que me pertenecía por derecho, si jamás lo reconocerían quienes más me importaban?
domingo, 7 de octubre de 2012
jueves, 27 de septiembre de 2012
El mapamundi
Al comenzar aquel año bajé el mapamundi del altillo. Sí, el mapamundi-lámpara que encendíamos Guillermo y yo cuando éramos pequeños antes de ir a dormir porque nos daba miedo la oscuridad. El caso es que lo limpié de polvo y lo hice rodar un par de veces, para ver sí aún podía seguir dando vueltas; y tras quedarme mirándolo un rato, lo dejé aparcado en la mesita donde solía estar, al lado de la litera.
En realidad yo buscaba "no más clavos" para pegar el respaldo de una silla que se había desajustado, y fue entonces cuando lo vi ahí en la esquina del altillo, lleno de polvo y apagado. Me acordé del tiempo aquel en que dormíamos mi hermano y yo en las literas, y supongo que fueron la nostalgia y el romanticismo los que me hicieron bajarlo de ahí.
Me fijé en que la geografía política estaba caducada, porque aparecían Yugoslavia, y otra serie de países que ya no existen en este mundo... pero tampoco le presté la menor atención en los días sucesivos al pobre mapamundi... hasta que me regalaron el cuaderno.
El tío George y la tía Giulia sabían que me encantaba viajar, y vinieron una tarde a casa con un paquete marrón. "Para tí, Poppy, ya es hora de que des una vuelta." Me dijo mi tío guiñándome un ojo al tiempo que yo abría el paquetito. ¡Otro cuaderno de viaje! Vacío y listo para poder pintar y escribir en él. ¡No había nada en el mundo que me pudiera hacer más ilusión que un cuaderno para escribir las vivencias de mis viajes! (Bueno, quizá el helado de trufa de la heladería de mi calle, pero esa no es la cuestión.)
¡Viajes! Si, ¿pero qué viajes? Si yo no tenía nada planeado, y no hacía tanto tiempo que había estado fuera... Entonces levanté la vista y ví el mapamundi. Se habían ido mis tíos hacía un buen rato, y era ya tarde; empecé a mover los dedos de los pies, como siempre que me pongo nerviosa, y mientras me aguantaba la risa emocionada me acerqué al globo. Le dí impulso para que girara, cerré los ojos y lo paré con un dedo. En Florencia, el dedo había caído en Florencia.
¡Vámonos a Florencia!
Me fijé en que la geografía política estaba caducada, porque aparecían Yugoslavia, y otra serie de países que ya no existen en este mundo... pero tampoco le presté la menor atención en los días sucesivos al pobre mapamundi... hasta que me regalaron el cuaderno.
El tío George y la tía Giulia sabían que me encantaba viajar, y vinieron una tarde a casa con un paquete marrón. "Para tí, Poppy, ya es hora de que des una vuelta." Me dijo mi tío guiñándome un ojo al tiempo que yo abría el paquetito. ¡Otro cuaderno de viaje! Vacío y listo para poder pintar y escribir en él. ¡No había nada en el mundo que me pudiera hacer más ilusión que un cuaderno para escribir las vivencias de mis viajes! (Bueno, quizá el helado de trufa de la heladería de mi calle, pero esa no es la cuestión.)
¡Viajes! Si, ¿pero qué viajes? Si yo no tenía nada planeado, y no hacía tanto tiempo que había estado fuera... Entonces levanté la vista y ví el mapamundi. Se habían ido mis tíos hacía un buen rato, y era ya tarde; empecé a mover los dedos de los pies, como siempre que me pongo nerviosa, y mientras me aguantaba la risa emocionada me acerqué al globo. Le dí impulso para que girara, cerré los ojos y lo paré con un dedo. En Florencia, el dedo había caído en Florencia.
¡Vámonos a Florencia!
miércoles, 5 de septiembre de 2012
SOL
Grande y redondo. Caliente.
Desde lo alto, mirando a los de abajo.
Solito.
Muy solito.
¡Ay Sol, Solete, Solito!
Grande y redondo. Ardiente.
Amigable sonríe, con su trabajo.
Solito.
Muy solito.
¡Ay Sol, Solete, Solito!
Susurra en silencio sollozos perdidos,
¡Ay Sol, Solete, Solito
Que lloras y sueñas con historias de libros!
¿Es que nunca has sentido el aliento del viento,
el romper de la risa o el frescor de los besos?
Mas no dices nada, y nos miras con calma.
Grande y redondo. Valiente.
¡No llores, no sufras, que voy pronto a verte!
Estela de fuego, cohete de verde.
¿Me esperas solito?
¡Ya voy Sol, Solete, Solito!
viernes, 3 de agosto de 2012
Mosquitos
-Est'as cansada o qu'e?- Pregunt'o Josh.
Llevaban andando un buen rato por el caminito de tierra con las bicicletas sujetas al costado. Martha se hab'ia quedado rezagada y se rascaba el codo con insistencia pero con aire distra'ido.
-Eh? No, no.- se mir'o el brazo y vi'o c'omo se le hab'ia puesto de rojo por rascarse.-Es que esta noche me han acribillado unos mosquitos. Me he levantado a las 2am con las manos y los muslos hinchado y colorados de rascarme dormida!! En el resto del d'ia no me han molestado para nada, pero es la del brazo, que no para de picar ahora...- Entre tanto, hab'ia vuelto a andar y estaba ya a la altura de Josh.
-Pues no te rasques, que te har'as costra!-
Martha le dedic'o una mueca de hast'io pero se ri'o; despu'es se puso m'as seria.
-Y t'u c'omo vas?-
Josh apret'o los labios en una sonrisa triste y respondi'o. -Pues yo tampoco he podido dormir mucho esta noche. A ratos voy bien, pero la echo de menos...-
-Pues no la eches de menos, que te har'as costra!- No lo dijo con aire vengativo, acto seguido le plant'o un beso en la mejilla.
Martha llevaba un vestido verde de playa, y llevaba enganchada de la cesta de la bici una bolsa marr'on; Josh iba con una camiseta roja, bermudas y chanclas, y sobre el pelo castanyo llevaba un sombrero de paja. Se montaron en las bicicletas y recorrieron el resto del camino a la playa pedaleando.
-Qu'e calor!- dijo Josh cuando llegaron, y seguidamente agarr'o a Martha del brazo y tir'o de ella hasta que acabaron los dos con el mar por la cintura. -Mejor, no?-
Martha se mir'o perpleja la ropa empapada, mir'o despu'es a Josh y como 'unica respuesta le intent'o hacer una ahogadilla. Sin 'exito. Volvieron los dos ri'endo a la arena, se quedaron en banyador y extendieron las toallas.
-Va, no te enfades. Te concedo el primer panchito del d'ia.-dijo Josh mientras rebuscaba los aperitivos en su mochila negra.
Ella aprovech'o para coger el sombrero de la arena y sacar su c'amara de fotos. -Qu'e tonto...!- le dijo tom'andole una foto.
-P'illalo!- Y Josh le envi'o un panchito al aire para que lo alcanzara al vuelo.
-Nyam! Tienes ganas de volver?-dijo Martha mientras masticaba el panchito.
Josh frunci'o un poco el cenyo y dijo frot'andose el pelo -No s'e... si. Apetece comprobar si mis planes para el curso funcionan.-
-Ya ver'as que s'i. Adem'as, te veo animado.-
-Y t'u? Ganas de rutina?- Josh se le guiny'o un ojo.
Martha arrug'o la nariz, se estir'o en la toalla y hundi'o los pies en la arena. -No!! Qui'en necesita madrugar y llevar bufandas?? Yo vivir'ia siempre en verano!- Se rieron los dos y Martha continu'o hablando.-Pero s'i, tambi'en me apetece ver a Bob y a Carol... y a Poppy. Tienes hambre?-dijo cambiando de tema oportunamente.
Josh la mir'o y sonri'o d'andose cuenta de la estrategia, pero no dijo nada, sac'o los paquetes de papel de plata de la mochila y solt'o un "Qu'e aproveche!"
Terminaron de comer entre bromas y se tumbaron en las toallas amodorrados.
-C'omo crees que acabaremos? De mayores, digo.- pregunt'o 'el.
-Ah... no s'e t'u, pero yo voy a acabar las clases de cine y me voy a poner a editar superproducciones. Lo tengo clar'isimo!-
Josh mir'o al cielo y entrecerr'o los ojos, porque el sol lo deslumbraba.
-Y bien?-pregunt'o Martha, quien esperaba una respuesta.
-Ah! Yo... tropecientos hijos y un apartamento muy grande. Y vacaciones en Europa todos los anyos!- dijo al fin.
-Me sumo a lo 'ultimo. Ir'e con tu familia!-
-No, no, no, no, no... Bueno, s'olo si te dejas llamar "Auntie Martha".-
-Argh!! Qu'e horror! Ya veremos...-
Llevaban andando un buen rato por el caminito de tierra con las bicicletas sujetas al costado. Martha se hab'ia quedado rezagada y se rascaba el codo con insistencia pero con aire distra'ido.
-Eh? No, no.- se mir'o el brazo y vi'o c'omo se le hab'ia puesto de rojo por rascarse.-Es que esta noche me han acribillado unos mosquitos. Me he levantado a las 2am con las manos y los muslos hinchado y colorados de rascarme dormida!! En el resto del d'ia no me han molestado para nada, pero es la del brazo, que no para de picar ahora...- Entre tanto, hab'ia vuelto a andar y estaba ya a la altura de Josh.
-Pues no te rasques, que te har'as costra!-
Martha le dedic'o una mueca de hast'io pero se ri'o; despu'es se puso m'as seria.
-Y t'u c'omo vas?-
Josh apret'o los labios en una sonrisa triste y respondi'o. -Pues yo tampoco he podido dormir mucho esta noche. A ratos voy bien, pero la echo de menos...-
-Pues no la eches de menos, que te har'as costra!- No lo dijo con aire vengativo, acto seguido le plant'o un beso en la mejilla.
Martha llevaba un vestido verde de playa, y llevaba enganchada de la cesta de la bici una bolsa marr'on; Josh iba con una camiseta roja, bermudas y chanclas, y sobre el pelo castanyo llevaba un sombrero de paja. Se montaron en las bicicletas y recorrieron el resto del camino a la playa pedaleando.
-Qu'e calor!- dijo Josh cuando llegaron, y seguidamente agarr'o a Martha del brazo y tir'o de ella hasta que acabaron los dos con el mar por la cintura. -Mejor, no?-
Martha se mir'o perpleja la ropa empapada, mir'o despu'es a Josh y como 'unica respuesta le intent'o hacer una ahogadilla. Sin 'exito. Volvieron los dos ri'endo a la arena, se quedaron en banyador y extendieron las toallas.
-Va, no te enfades. Te concedo el primer panchito del d'ia.-dijo Josh mientras rebuscaba los aperitivos en su mochila negra.
Ella aprovech'o para coger el sombrero de la arena y sacar su c'amara de fotos. -Qu'e tonto...!- le dijo tom'andole una foto.
-P'illalo!- Y Josh le envi'o un panchito al aire para que lo alcanzara al vuelo.
-Nyam! Tienes ganas de volver?-dijo Martha mientras masticaba el panchito.
Josh frunci'o un poco el cenyo y dijo frot'andose el pelo -No s'e... si. Apetece comprobar si mis planes para el curso funcionan.-
-Ya ver'as que s'i. Adem'as, te veo animado.-
-Y t'u? Ganas de rutina?- Josh se le guiny'o un ojo.
Martha arrug'o la nariz, se estir'o en la toalla y hundi'o los pies en la arena. -No!! Qui'en necesita madrugar y llevar bufandas?? Yo vivir'ia siempre en verano!- Se rieron los dos y Martha continu'o hablando.-Pero s'i, tambi'en me apetece ver a Bob y a Carol... y a Poppy. Tienes hambre?-dijo cambiando de tema oportunamente.
Josh la mir'o y sonri'o d'andose cuenta de la estrategia, pero no dijo nada, sac'o los paquetes de papel de plata de la mochila y solt'o un "Qu'e aproveche!"
Terminaron de comer entre bromas y se tumbaron en las toallas amodorrados.
-C'omo crees que acabaremos? De mayores, digo.- pregunt'o 'el.
-Ah... no s'e t'u, pero yo voy a acabar las clases de cine y me voy a poner a editar superproducciones. Lo tengo clar'isimo!-
Josh mir'o al cielo y entrecerr'o los ojos, porque el sol lo deslumbraba.
-Y bien?-pregunt'o Martha, quien esperaba una respuesta.
-Ah! Yo... tropecientos hijos y un apartamento muy grande. Y vacaciones en Europa todos los anyos!- dijo al fin.
-Me sumo a lo 'ultimo. Ir'e con tu familia!-
-No, no, no, no, no... Bueno, s'olo si te dejas llamar "Auntie Martha".-
-Argh!! Qu'e horror! Ya veremos...-
***
El cielo se hab'ia puesto rosa, y el aire, auqnue segu'i siendo c'alido, daba senyales de que la tarde llegaba a su fin. Martha le pas'o las chanclas a Josh, y 'este le di'o las bambas que estaban cerca de la bolsa marr'on. Se vistieron mirando al mar, el cual reflejaba todos los colores del cielo: ahora era naranja, rosa, morado, amarillo... En silencio recogieron las toallas y las bolsas y fueron andando despacito hasta la zona de c'esped donde hab'ian dejado las bicicletas aparcadas. Josh iba ensimismado y Martha no paraba de hablar a la par que se rascaba con 'impetu todo el cuerpo.
-Creo que nos hemos puesto morenos. Bueno, t'u mucho ma's... como siempre!- Sac'o un espejito de su bolsa y se estudi'o la nariz. -Vaya, me he vuelto a quemar. Tienes crema, Josh? Josh?! -Repiti'o rasc'andose el hombro con fuerza.
-Perdona, estaba distra'ido.-respondi'o. Mir'o con ojos tristes y anyadi'o. -No, lo siento, no tengo crema.-
-Est'as bien?-pregunt'o ella mientras las marcas del cuerpo se pon'ian ma's rojas y se iban hinchando.
-No, Martha, ahora no estoy bien. Lo he pasado genial todo el d'ia. Me he re'ido, no he pensado para nada en Poppy... pero ahora...- Trag'o saliva, sacudi'o la cabeza como queriendo olvidarse del asunto, en vano. Y con desgana at'o la mochila a la parte trasera de su bici. -Ella est'a lejos, y no me quiere ya. Y t'u est'as con Will, y Emma est'a con Bob, y todos est'ais con todos, y yo... Y ella estar'a seguramente con alg'un abogado brit'anico, o tomando t'e en "Trafalgar Square".- No lloraba, pero se le hab'ian puesto los ojos brillantes y se notaba el nudo que ten'ia en la garganta.
-Josh..-Dej'o su bolso en el c'esped y se acerc'o al chico caminando de forma muy extranya para no rozar con nada las zonas inflamadas de la piel. Le dio un abrazo y no supo bien qu'e decir...
Se o'ian las olas al fondo, algunas gaviotas que revoloteaban la zona, y en primer plano el "ras-ras-ras" de Martha rasc'andose los codos mientras abrazaba a Josh.
El chico se empez'o a re'ir -Te vuelven a picar?- Ahora se re'ian los dos sin remedio todav'ia abrazados.
-Creo que no son tan distintas, sabes?- le dijo mientras se soltaban. -Todo pasa. Mis picaduras, Poppy. Pero hay que entretenerse. Sobre todo ahora, al atardecer: la hora m'as triste del d'ia... cuando estamos m'as solos y las preocupaciones parecen m'as graves...-
-...y las picaduras vuelven a picar.-acab'o el.
-Creo que nos hemos puesto morenos. Bueno, t'u mucho ma's... como siempre!- Sac'o un espejito de su bolsa y se estudi'o la nariz. -Vaya, me he vuelto a quemar. Tienes crema, Josh? Josh?! -Repiti'o rasc'andose el hombro con fuerza.
-Perdona, estaba distra'ido.-respondi'o. Mir'o con ojos tristes y anyadi'o. -No, lo siento, no tengo crema.-
-Est'as bien?-pregunt'o ella mientras las marcas del cuerpo se pon'ian ma's rojas y se iban hinchando.
-No, Martha, ahora no estoy bien. Lo he pasado genial todo el d'ia. Me he re'ido, no he pensado para nada en Poppy... pero ahora...- Trag'o saliva, sacudi'o la cabeza como queriendo olvidarse del asunto, en vano. Y con desgana at'o la mochila a la parte trasera de su bici. -Ella est'a lejos, y no me quiere ya. Y t'u est'as con Will, y Emma est'a con Bob, y todos est'ais con todos, y yo... Y ella estar'a seguramente con alg'un abogado brit'anico, o tomando t'e en "Trafalgar Square".- No lloraba, pero se le hab'ian puesto los ojos brillantes y se notaba el nudo que ten'ia en la garganta.
-Josh..-Dej'o su bolso en el c'esped y se acerc'o al chico caminando de forma muy extranya para no rozar con nada las zonas inflamadas de la piel. Le dio un abrazo y no supo bien qu'e decir...
Se o'ian las olas al fondo, algunas gaviotas que revoloteaban la zona, y en primer plano el "ras-ras-ras" de Martha rasc'andose los codos mientras abrazaba a Josh.
El chico se empez'o a re'ir -Te vuelven a picar?- Ahora se re'ian los dos sin remedio todav'ia abrazados.
-Creo que no son tan distintas, sabes?- le dijo mientras se soltaban. -Todo pasa. Mis picaduras, Poppy. Pero hay que entretenerse. Sobre todo ahora, al atardecer: la hora m'as triste del d'ia... cuando estamos m'as solos y las preocupaciones parecen m'as graves...-
-...y las picaduras vuelven a picar.-acab'o el.
lunes, 30 de julio de 2012
Estar ahí
Me senté en el banquito de madera mirando a la bahía. Tenía todo el pelo mojado pegado a la cara, y la lluvia -la sábana de agua- seguía cayendo. Parecía que alguien estuviera exprimiendo las nubes y retorciéndolas hasta que soltaran toda el agua. Era casi violento, y encima, estábamos en temporada de huracanes.
Pero no hacía frío. La ropa, mojada y tibia, se adhería a mi piel, y cada vez se hacía más pesada por el agua que absorbía. Cerré los ojos y sentí las gotas resbalar por la nariz, por los hombros, por los tobillos... hasta el charco embarrado que estaba a mis pies.
Abrí los ojos, me aparté el pelo de la cara y sonreí. Sonreí porque no me lo estaba perdiendo, porque estaba ahí sola disfrutando del espectáculo: palmeras brillantes vencidas por el peso del agua, olor de charcos, de tierra mojada, y una lluvia -casi sólida- que distorisionaba la visión.
Sólo se oía el estruendo del agua, los árboles que crujían bajo el pso de la lluvia, y mi propia respiración.
No iba a ponerme a pensar en la civilización y en lo que ella conllevaba. Creo que nunca había visto llover así, pero estaba decidida a ver el fenómeno entero, así que me acomodé en el banquito y esperé a que la lluvia cesara y se me secara el pelo al sol.
Terms and conditions
Therefore, we request:
-Forever linked, even bonded.
-Daily "Lifting experience"
-Daydreaming bonus
-Permanent laughter
-Romantic dynamics
-Additional nonsense
Signature .......................... Date.............................
Once this binding document is signed, it is also requested additional effort as well as meeting the requirements disclosed above.
And yet, every candidate, every new meeting, every potential lover is carefully analysed and rejected. No signatures to be seen. Disagreement between the parties.
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Once this binding document is signed, it is also requested additional effort as well as meeting the requirements disclosed above.
***
And yet, every candidate, every new meeting, every potential lover is carefully analysed and rejected. No signatures to be seen. Disagreement between the parties.
viernes, 27 de julio de 2012
Tenía los cascos puestos
Salí del lobby con las deportivas bien atadas, a paso lento y con el pelo rubio retirado de la cara para poder ver bien. Pasé la garita y llegué al puente que unía Sole Island con el resto de Miami. El mar contaba historias azules... pero yo no las oía, porque tenía los cascos puestos.
En determinado momento la batería empezó a sonar, se juntó el bajo, se unieron las gitarras y el cantante no cantó: empezó a gritar con todo el aire de sus pulmones. Le contaba al mundo lo capaz que era, lo vivo que estaba y demostraba su determinación. Fue por los gritos que empecé a correr, corrí todo el trecho final del puente y llegué a tierra firme; se acabaron el acero y el el cemento suspendidos sobre el mar.
Seguí corriendo, saltando por el alquitrán negro bajo las palmeras y las lianas que intentaban sobrevivir entre los chalés de Miami... los cantantes se sucedían, y todos contaban algo distinto. Ya no había gritos, pero siempre estaban los golpes sordos de la batería al fondo. Iban al ritmo de mis pasos, que hacían "tap, tap, tap" en el suelo a medida que corría... pero yo no los oía, porque tenía los cascos puestos.
Entré en el parquecito ensimismada, pensando en lo que había hecho aquella mañana al despedirme de los recepcionistas, y sonreí con maldad cuando me acordé de cómo se les iluminó la cara cuando les sonreí con dulzura. Como si aquella sonrisa fuera dirigida particularmente a cada uno de ellos, y no un artificio creado en el espejo aplicable a la generalidad. Aceleré el ritmo cuando mi mente se paró a pensar en todos y cada uno de los "pagafantas" que había creado en aquel viaje. Hice recuento: una cocacola, una entrada a una discoteca, varias comidas, una tarta... ¡Quién te ha visto y quién te ve, Alicia! ¡Pobres infelices! Como si a mí me importara lo más mínimo cualquier cosa que hicieran para complacerme.
Cuando estaba en la mitad del caminito que atravesaba el parque me paré a pensar en qué quería yo. Porque, desde luego, había que admitir que lo anterior era divertido, pero no era una meta... era un pasatiempo. Yo quería escribir un cuento cursi, enrevesado pero corto, en el que el el asentamiento llegara pronto para poder prolongar el "y vivieron felices y comieron perdices" hasta el final de mis días... Pero también quería vivir aventuras, estar despreocupada y no quería tener hijos en aquel momento. ¡Si aún no me hubiera enamorado nunca! Pero ya sabía lo que era no pensar en nada y en todo a la vez, y el resto de chorradas que hacían que la vida incluso mejorara a la mejor de las historias inventadas...
Así que mientras sobrepasaba a los culturistas que hacían flexiones en la esquina oeste del parque, llegué al resumen del problema: quería vivir sin comprometerme pero quería enamorarme. ¿Cómo se comía aquello? Otro cantante había empezado a llorar una balada en mis oídos... aminoré el paso para poder pensar mejor. Un perro ladraba a las lagartijas cerca de los culturistas... pero yo no lo oía, porque tenía los cascos puestos.
Salí del parque y volví a la carretera, a deshacer lo andado y a volver a Sole Island. Ahora iba más rápido porque alquien volvía a gritar la solución a los problemas configurada en un pentagrama. Y yo seguía rumiando el ensamblaje de la juventud, la coherencia y la diversión y tratando de averigüar si era factible todo aquello.
Torcí a la derecha, y ya ví el principio del puente para llegar a Sole Island, sólo quedaban unas calles entremedias para llegar hasta él. Y mientras me apartaba un mechón rubio de los ojos, pensé en el puzle que se me presentaba, tan extravagante y provocador. La conclusión, tras dos calles y a pocos metros del puente, llegó clara: tenía todavía tiempo para enamorarme muchas veces.
Y fue justo en ese instante cuando el coche me atropelló... pero yo no lo oí, porque tenía los cascos puestos.
En determinado momento la batería empezó a sonar, se juntó el bajo, se unieron las gitarras y el cantante no cantó: empezó a gritar con todo el aire de sus pulmones. Le contaba al mundo lo capaz que era, lo vivo que estaba y demostraba su determinación. Fue por los gritos que empecé a correr, corrí todo el trecho final del puente y llegué a tierra firme; se acabaron el acero y el el cemento suspendidos sobre el mar.
Seguí corriendo, saltando por el alquitrán negro bajo las palmeras y las lianas que intentaban sobrevivir entre los chalés de Miami... los cantantes se sucedían, y todos contaban algo distinto. Ya no había gritos, pero siempre estaban los golpes sordos de la batería al fondo. Iban al ritmo de mis pasos, que hacían "tap, tap, tap" en el suelo a medida que corría... pero yo no los oía, porque tenía los cascos puestos.
Entré en el parquecito ensimismada, pensando en lo que había hecho aquella mañana al despedirme de los recepcionistas, y sonreí con maldad cuando me acordé de cómo se les iluminó la cara cuando les sonreí con dulzura. Como si aquella sonrisa fuera dirigida particularmente a cada uno de ellos, y no un artificio creado en el espejo aplicable a la generalidad. Aceleré el ritmo cuando mi mente se paró a pensar en todos y cada uno de los "pagafantas" que había creado en aquel viaje. Hice recuento: una cocacola, una entrada a una discoteca, varias comidas, una tarta... ¡Quién te ha visto y quién te ve, Alicia! ¡Pobres infelices! Como si a mí me importara lo más mínimo cualquier cosa que hicieran para complacerme.
Cuando estaba en la mitad del caminito que atravesaba el parque me paré a pensar en qué quería yo. Porque, desde luego, había que admitir que lo anterior era divertido, pero no era una meta... era un pasatiempo. Yo quería escribir un cuento cursi, enrevesado pero corto, en el que el el asentamiento llegara pronto para poder prolongar el "y vivieron felices y comieron perdices" hasta el final de mis días... Pero también quería vivir aventuras, estar despreocupada y no quería tener hijos en aquel momento. ¡Si aún no me hubiera enamorado nunca! Pero ya sabía lo que era no pensar en nada y en todo a la vez, y el resto de chorradas que hacían que la vida incluso mejorara a la mejor de las historias inventadas...
Así que mientras sobrepasaba a los culturistas que hacían flexiones en la esquina oeste del parque, llegué al resumen del problema: quería vivir sin comprometerme pero quería enamorarme. ¿Cómo se comía aquello? Otro cantante había empezado a llorar una balada en mis oídos... aminoré el paso para poder pensar mejor. Un perro ladraba a las lagartijas cerca de los culturistas... pero yo no lo oía, porque tenía los cascos puestos.
Salí del parque y volví a la carretera, a deshacer lo andado y a volver a Sole Island. Ahora iba más rápido porque alquien volvía a gritar la solución a los problemas configurada en un pentagrama. Y yo seguía rumiando el ensamblaje de la juventud, la coherencia y la diversión y tratando de averigüar si era factible todo aquello.
Torcí a la derecha, y ya ví el principio del puente para llegar a Sole Island, sólo quedaban unas calles entremedias para llegar hasta él. Y mientras me apartaba un mechón rubio de los ojos, pensé en el puzle que se me presentaba, tan extravagante y provocador. La conclusión, tras dos calles y a pocos metros del puente, llegó clara: tenía todavía tiempo para enamorarme muchas veces.
Y fue justo en ese instante cuando el coche me atropelló... pero yo no lo oí, porque tenía los cascos puestos.
miércoles, 18 de julio de 2012
Verídico Miami
Vivimos la señora Olga y yo en su apartamento de Miami aquel verano. Ella acababa de enviudar hacía un año. Nunca me lo dijo, pero estaba claro que le encantaba su modus vivendi y para ella su vida estaba completa.
Piscina, gimnasio, pistas de tenis y playa privada... sin olvidarnos de los botones, los chóferes y el resto de personal de la isla: Sole Isle. Se había acosturmbrado a vivir casi sin salir de allí, y no era raro ver a la señora Olga pasearse por las instalaciones de tenis en sus falditas cortas de tenis, con sus 60 años ya pasados y su bronceado profesional.
Nos paseábamos las dos en su cadillac blanco durante los fines de semana, y frecuentábamos todas aquellas tiendas en las que las etiquetas tenían un par de ceros a la derecha como mínimo. "¡Esto es espectacular, querida! Ni lo pienses. Cómpralo." me decía con su acento. Yo sonreía y actuaba como si todo aquello que estaba viendo fuera totalmente obvio y comprensible, pero me horrorizaba su concepto de "Yo es que soy ecologically friendly, querida. Y todo lo que yo como es natural." porque sabía que se dejaba las luces encendidas toda la noche, y era yo quien me levantaba a apagarlas porque no lo podía soportar.
Conocí a la señora Olga a través de la señora Mirle, que a su vez era una conocida de la familia de los Tey de Venezuela, entre los cuales estaba el antiguo mánager de Miranda Rijnburger, cuya hermana -Silvia Tey- era amiga de mi tía. Y así fue cómo llegué al apartamento de Sole Isle.
Conocí a la señora Olga a través de la señora Mirle, que a su vez era una conocida de la familia de los Tey de Venezuela, entre los cuales estaba el antiguo mánager de Miranda Rijnburger, cuya hermana -Silvia Tey- era amiga de mi tía. Y así fue cómo llegué al apartamento de Sole Isle.
Yo salía todas las mañanas a trabajar al banco, vestida con aquellos vestidos y trajes de ejecutiva que obligaban a todos los mozos de Sole Isle y demás personal de seguridad a intentar sacarme conversación sobre si prefería al Barça o al Madrid... Una pena, porque yo habría caído con cualquier alusión cultural más allá de prejucios y patrones deportivos. Y me montaba en el asiento trasero de alguno de los coches para que los chóferes me llevaran a Brickell cuanto antes.
Y por las tardes iba a Miami Beach, a bañarme en South Beach donde todas las celebridades se exhibían a menudo. A mí lo que me gustaban eran las puestas de sol, las cuales eran impresionantes desde allí: las palmeras no dejaban ver el sol entero nunca y filtraban la luz naranja creando sombras paradisiácas. Pero la señora Olga me decía arrastrando las eses "Querida, tienes que irte de "shopping" al "mall" que está al lado de South Beach, así tendrás todo lo que ellos tienen... ¡qué es la mejor calidad, por supuesto!"
Y yo... yo en vez de eso iba paseando al parque cercano a casa, intentando recordar los tiempos en que el coche no era necesario para vivir. Sonreía a mis coworkers y bebía vodka con piña y cranberry a escondidas.
martes, 3 de julio de 2012
Chicago in love
Es
increíble, sencillamente increíble. Cuando paseas por la ciudad
necesitas sujetarte la cabeza con ambas manos para poder ver el final
de los rascacielos. El centro financiero desprende un glamour
insólito. Hay edificios de estilo art decó por todas las esquinas,
como si fuera lo más normal del mundo.
Y
Mies, con su muro-cortina, me saluda un par de veces. Al subir al
piso 15 del 500 de North Michigan Avenue, estoy a la misma altura que
los rayos que veo caer sobre la ciudad. Pero al cabo de media hora
vuelve a brillar el sol, y la gente suda azúcar...
"No
te enamores, Poppy, de verdad que no vuelvas del otro lado del charco
enamorada" Me dijeron. Y yo, no pude resistirlo. Me he
enamorado: de Mies, de Red Mango, de las tormentas que arrancan los
tejados de las casas de la periferia, del Art Institute, de vivir en
pantalones cortos... American
way of life.
Hicimos
hogueras y quemamos nubes de gominola, vimos los fuegos artificiales
del 4 de julio, nos sentamos en el césped del Millenium Park,
desayunamos tortitas... Es distinto y a la vez conocido. Curiosamente
tangible, real.
En fin, en unas horas vuelo a Miami, y llevo tu foto en la cartera, Mike. ¿Qué he hecho? Me dijeron: "No te enamores, Poppy, de verdad que no vuelvas del otro lado del charco enamorada" Y no vuelvo aún al viejo continente... pero creo que ya he pasado del consejo.
miércoles, 27 de junio de 2012
Hogueras
Aquella noche fuimos muchos, aunque no éramos los de siempre. Estaban don Dionisio, el Sirio y Rizo, a los que conocía de toda la vida; pero también vinieron don Paolo, doña Agnes y Magno, completos extraños hasta el momento.
Llegamos don Dionisio y yo en un taxi a “Chicote”, y durante todo el trayecto hablamos mucho, como hacía tiempo que no hablábamos:
Llegamos don Dionisio y yo en un taxi a “Chicote”, y durante todo el trayecto hablamos mucho, como hacía tiempo que no hablábamos:
-Son
divertidos, te gustarán- me dijo.
-Oh,
no lo dudo-
-Además,
tu padre se pondrá muy contento.-dijo con aire malicioso- Te
presentaré a alguno que quizá te interese- me dijo riendo.
-Ya...-
me reí también, al tiempo que desviaba la mirada hacia las casas
que se veían pasar una tras otra a través de la ventanilla del
taxi.
Desde
que acabé el bachiller, mi padre había estado instigándome para
que buscara un marido. Pero yo no quería casarme, yo quería
encontrar al amor de mi vida y marcharme con él a vivir aventuras.
-Te
veo triste- dijo Don Dionisio cambiando de tema. Y entonces le conté
cómo había sido de complicado el año, cómo llevaba tanto tiempo
dando tumbos y perdiendo el norte, y cómo necesitaba dejar de ir a
ciegas y retomar las riendas de mi vida. De volver a creer en mi
persona.
-He
estado... en la parra. Desde que salí del Lope de Vega todo ha sido
muy rápido, muy distinto.-
-Poppy,
ha sido así para todos.- Me tomó la mano y me dio un fuerte
apretón, de esos tan cariñosos que me daba él. Tampoco hubo
que decir mucho más. Sonreí mientras me ayudó a salir del taxi,
porque me dí cuenta de que era el fin del principio, el cambio de
rumbo. Aquella noche no iba a volver a mis tiempos de colegio: iba
a avanzar de una vez por todas, y no serían necesarias más
charlas de análisis en las que se magnificaran problemas de
cualquier tipo.
Ya en “Chicote”,
entre las notas de jazz que sacaban los músicos del fondo, nos
presentaron a todos. Don Dionisio era nuestro amigo común.
-¿Habéis traído los
papeles?- Dijo Rizo apoyado en la barra mientras se mesaba la
barbita rubia.
-¿Qué papeles?- Le
pregunté yo extrañada. Pero Magno se acercó a mí y, en
bajito, respondió:
-En San Juan es
tradición. Se escribe en un papel aquello de lo que te quieres
librar, y lo quemas en la hoguera. ¿No sabías?-
Yo me puse colorada,
claro que sabía que se hacía eso en San Juan... ¿En qué estaba
pensando? Primero se me había olvidado por completo escribir el
papel, y luego no había caído en qué se referían con aquello de
“los papeles”. Seguía en la parra.
-Sí, sí... sólo que se
me ha pasado.- Y me reí por quitarle importancia.
-Vamos a la pista- Magno
me tomó de la mano y me llevó al rincón donde habían separado las
mesitas para que la gente bailara. Ya no sonaba jazz, ahora el local
se llenaba con las últimas canciones de Sinatra.
-Poppy, ¿verdad?-
me preguntó. Yo asentí con la cabeza y sonreí un poco. -¿De dónde
viene?-
Magno tenía el
cabello claro, era larguilucho, guapete, barbilampiño y me cayó
bien desde el primer momento en que lo ví.
-Bueno, todos tenemos
nuestros motes. Mira al Sirio o a Rizo... o tú mismo.-
le respondí divertida.
-Si, pero el mío o el de
Rizo son fáciles de averigüar... ¿Pero Poppy?-
-Es un mote familiar-
dije al fin- No es raro que me ponga colorada. Mi madre es americana.
Poppy, amapola... de ahí viene.-
Magno
se rió suavemente, me miró y se acercó. Miré al resto;
seguían charlando animadamente en la barra y, de vez en cuando, Don
Dionisio nos miraba a Magno y a mí con aire burlón. Miré el
reloj de la pared; se acercaban la medianoche, y las hogueras
esperaban.
-Magno, hay que
irse. Son casi las doce- le dije, y él con aire contrariado, pero
sin decir media palabra me tomó por la cintura y me acompañó a la
barra a avisar a los otros. Mientras todos tomaban sus abrigos, yo me
acerqué a la barra a por una servilleta de papel, tomé un bolígrafo
de mi bolso, y con cuidado fui escribiendo cuatro cosas.
Salimos del bar al rato.
No hacía frío y los coches pasaban por la Gran Vía alumbrando
aquella noche madrileña de los años cincuenta. Fuimos caminando por
el centro de la ciudad hasta que llegamos a la casa del Sirio.
Se trataba de uno de esos palacetes del siglo pasado que aún
pervivían en la capital. En los jardines habían organizado varias
hogueras, y ya pululaban otros invitados de nuestro amigo a los que
no conocíamos de nada. Más presentaciones.
Yo
estaba un poco sola. No era malo tampoco, pero con tantas caras
nuevas no estaba un mi ambiente. Nos sentamos en las sillas del
jardín, al lado de una de las hogueras mientras tomábamos unas
copas, y nos reíamos con las ocurrencias de Don Paolo. Tenía el
pelo igual de rizado que Rizo,
pero mucho más rebelde y algo más oscuro. Tenía algo.
Sin decir nada, me alejé
del grupo y me acerqué a la hoguera más grande; algunos de los
invitados del Sirio (y el
propio Sirio) estaban
saltándola. Yo me deshice de las sandalias, del bolso y de la
chaqueta; saqué la servilleta de “Chicote” del bolso y tomé
carrerilla. Salté alto, las llamas me hicieron cosquillas en los
pies, y justo cuando estaba en medio del salto dejé caer la notita.
Me deshice de la carga.
Después
cogí una de las copas de Champagne que reposaban en las bandejas del
porche y me fui al estanque de detrás del jardín a meditar. Y
mientras sonreía a la noche, apareció el Sirio,
el cual me preguntó como tantas otras veces:
-Se
te ve preocupada, Poppy.-
-No.-
Le dije. -Esta vez no.-
Y me quedé sonriendo al humo de las hogueras y al verde del jardín.
Etiquetas:
de puertas para dentro,
el fin del principio,
historietas,
mientras miro Madrid por la ventana,
Poppy,
una brizna de hierba le dijo a la cierva
miércoles, 13 de junio de 2012
Un punto de inflexión
Salimos las dos del local. Hacía fresco fuera... y se agradecía. El guiri gordo se nos acercó un poco, y de fondo se oían canciones en falsete de los ochenta, "la Movida" con toques de modernos.
Margarita me miró, se rió un poco como quitándole importancia al asunto, y después se fijó en el guiri gordo y le miró con desdén.
-Increíble ¿Lo has visto? ¿Cómo ha chafado el momento?- me dijo mientras se sentaba en el banquito de pieda de la puerta y se quitaba los tacones que le hacían rozaduras. Llevaba un vestido azul vintage a juego.
Yo me reí y le respondí que claro que sí, que aún no me lo creía del todo. Nos reímos nerviosísimas las dos. Me senté a su lado y también miré al gordo con desgana, era británico. Nos vio a las dos mirándole y nos volvimos a reír más. Todavía se creería que queríamos ligar con él...
-Soy idiota, Caro.-Pese a que se reía, me miraba con ojos tristones mientras me decía esto. Automáticamente la corté:
-Te corrijo: somos idiotas.-
-Es verdad, somos idiotas. Las dos.-
Una ráfaga de viento nos despeinó a las dos. Y nos volvimos a reír.
-Bueno, pero cuanto más me río contigo menos triste estoy. Como que se nos puede perdonar un poco la idiotez.- Le dije guiñándole un ojo.
-Te iba a decir lo mismo. Pero es que... ¡Aaaargh! Son tantas tonterías juntas... lo de estar solitas sin Silvia, lo del tonto ese...- Miró al suelo.
Por primera vez era Margarita la que lo pasaba mal y lo dejaba traslucir. Decidí animarla y empecé a bailar como solía hacerlo ella... El gordo empezó a mirar sin disimulo hacia nosotras. Nuestra respuesta fue reírnos aún más descaradamente.
-Venga, Margarita, lo que necesitas es bailar como si fuera tu último día en la tierra y no pensarlo más. Silvia volverá antes de lo que pensamos, y él... ¡pues ya veremos! Pero con calma.-
Volvimos a entrar en el local, y aunque no estaba siendo ningún momento de inflexión en nuestras vidas, bailamos como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente. A mí ya se me había pasado el disgusto, llevaba un chute de optimismo en las venas. A lo mejor sí estaba siendo un punto de inflexión en mi vida...
Y Marga... Marga sacó a la luz su corazoncito por una vez, pero sin que se le gastara demasiado.
Margarita me miró, se rió un poco como quitándole importancia al asunto, y después se fijó en el guiri gordo y le miró con desdén.
-Increíble ¿Lo has visto? ¿Cómo ha chafado el momento?- me dijo mientras se sentaba en el banquito de pieda de la puerta y se quitaba los tacones que le hacían rozaduras. Llevaba un vestido azul vintage a juego.
Yo me reí y le respondí que claro que sí, que aún no me lo creía del todo. Nos reímos nerviosísimas las dos. Me senté a su lado y también miré al gordo con desgana, era británico. Nos vio a las dos mirándole y nos volvimos a reír más. Todavía se creería que queríamos ligar con él...
-Soy idiota, Caro.-Pese a que se reía, me miraba con ojos tristones mientras me decía esto. Automáticamente la corté:
-Te corrijo: somos idiotas.-
-Es verdad, somos idiotas. Las dos.-
Una ráfaga de viento nos despeinó a las dos. Y nos volvimos a reír.
-Bueno, pero cuanto más me río contigo menos triste estoy. Como que se nos puede perdonar un poco la idiotez.- Le dije guiñándole un ojo.
-Te iba a decir lo mismo. Pero es que... ¡Aaaargh! Son tantas tonterías juntas... lo de estar solitas sin Silvia, lo del tonto ese...- Miró al suelo.
Por primera vez era Margarita la que lo pasaba mal y lo dejaba traslucir. Decidí animarla y empecé a bailar como solía hacerlo ella... El gordo empezó a mirar sin disimulo hacia nosotras. Nuestra respuesta fue reírnos aún más descaradamente.
-Venga, Margarita, lo que necesitas es bailar como si fuera tu último día en la tierra y no pensarlo más. Silvia volverá antes de lo que pensamos, y él... ¡pues ya veremos! Pero con calma.-
Volvimos a entrar en el local, y aunque no estaba siendo ningún momento de inflexión en nuestras vidas, bailamos como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente. A mí ya se me había pasado el disgusto, llevaba un chute de optimismo en las venas. A lo mejor sí estaba siendo un punto de inflexión en mi vida...
Y Marga... Marga sacó a la luz su corazoncito por una vez, pero sin que se le gastara demasiado.
T. de "Tears"
Subía por la calle Montera con un nudo en la garganta. Conseguí llegar hasta la calle Fuencarral, a la altura de la tienda de "Custo - Barcelona" sin llorar. Me recoloqué el sobrero blanco y las gafas de sol, en breves cualquiera me reconocería y tampoco tenía mucha intención de que se me vieran los ojos llorosos. El resto del camino lo hice con la cara repleta de surcos de lágrimas extrovertidas. Y mi ipod no me hizo ningún favor: sonaban canciones que de una forma u otra me recordaban a tí.
Me acordé de mis primeras impresiones que despertaste: nuestra delegada responsable, de una tarde veraniega en una tetería de Ópera donde me contaste todas tus pesquisas hasta el momento, de la vez que hablamos en el cubo el día de mi cumpleaños hace ya dos años... como si siempre hubiéramos tenido confianza la una con la otra. Me acordé de las risas que nos echábamos durante segundo de bachillerato, "Pepito S.A.", las regañinas porque no nos callábamos, la serie a la que nos enganchamos juntas y demás chorradas.
S. & C. Lo mucho que nos habíamos apoyado.
S. & C. Lo mucho que nos habíamos apoyado.
Pese a que casi me choqué contra un señor por culpa de las lágrimas, que no me dejaban ver, me reí sola acordándome de la mañana aquella de julio, las dos en bañador conversando -primero de nuestras cosas, más adelante pasando a ser "abuelas"-
En fin, supongo que incluso antes de que embarcaras en el avión yo ya te echaba de menos. Y de cada cinco imágenes que aparecen en mi fondo de escritorio, sales en tres, pero eso ya estaba de antes... Confío en tener noticias de tí, y que sean buenas.
jueves, 7 de junio de 2012
Fénix
Recuerdo una noche de verano en que sonreías con los ojos, y durante mi viaje a Siberia pensé que no volvería a ver esa curiosa sonrisa. Poppy, you never get it right.
En el trayecto del tren no pude evitar mirar al horizonte y sonreír al recordar tus bromas. Llegué a Siberia, y tuve que empezar todo de nuevo. Mentiría si te dijera que lo pasé mal. Siberia es muy bonito: todo blanco, callado... y muy formal. No sabes qué va a pasar cada día, y tienes que llevar pieles muy gordas por si acaso el día sale rana. Se bebe vodka y vino caliente. El caso es que me gustó, y pese al frío me aclimaté. Sobrellevé la estancia bastante bien y conservo aún buenos amigos de esos tiempos; hasta confío en algún momento presentártelos.
Pero el frío... yo no puedo vivir en el frío eternamente. Y los siberianos son muy fríos. Yo echaba de menos demasiadas cosas, así que te envié una carta lo antes posible, por probar. Salió bien. Y reconozco que verte fue despertar del suave letargo que provoca el invierno siberiano. Contigo llegaron las risas, los colores y el sol. Ese sol que besa la piel y las manos y que nos deja a todos morenos como si de carmín se trataran sus caricias. Y cuando volví a Siberia, era ya época de deshielo, y ese hechizo azul y verde ya no tenía la fuerza de antaño.
No sé cómo funciona, quizá todo esto estuvo latente en la línea del tiempo, y el sol y el calor acabaron con su hibernación. Quizá. Es posible que fuera como uno de esos pájaros que resurgen de sus cenizas... o simplemente el tiempo meteorológico actúa de interruptor: encendiendo y apagando a su antojo. Me recuerdan que en la costa se beben Daikiris, Mojitos y Caipirinhas... hace tiempo que no tomo ninguno.
miércoles, 2 de mayo de 2012
Lei e Lui, andiamo!
¡A lanzar las maletas al maletero! Lui e Lei, desternillados de la risa, ¡de escapada! ¿Conduces? ¿Conduzco? ¿Llevamos música? ¿Nos dejamos algo? ¡¡Los pasaportes!! Hace sol y calorcito, y tienen el motor del coche a ralentí, esperando la orden para salir pitando.
Siguen desternillados. Lui la mira y sonríe, y mientras se pone las gafas de sol dice:
-Please, ponme la chupa en los asientos de atrás, que me molesta al conducir-
Lei se ríe. -¡Pero si voy a conducir yo!- Y acto seguido corre a la puerta del conductor riéndose todavía. -¿Tanto te apetece?- Se sienta en el sitio del piloto, pero se está achantando.
Apoyado en la ventanilla Lui suelta "Bueno, te dejo por ser tú." con aire chulesco, como si de una grave ofensa se tratara. Pero Lei no entra a trapo, le suelta un beso a la par que le dice:
-Va, pon esto.- Y le acerca con cariño un CD.
miércoles, 25 de abril de 2012
Dejamos de querernos
-No sé, tampoco importa mucho, ¿no?-
-Ya, pero Poppy, tampoco decir "dejaron de quererse" es algo muy explicativo.-
Ella le dio otra calada al cigarro con elegancia y le miró con desgana.
-Esas cosas pasan, lo sabes, ¿verdad?-
-Si, ya lo sé...- de repente la miró extrañado -¿Y desde cuándo fumas tú? Antes no lo hacías.-
- Eso era antes, ya lo has dicho tú. -pero como quedó un poco borde añadió -No sé... después del rodaje empecé. No recuerdo bien el día.-
Ni siquiera intentó hacer memoria, en realidad no era necesaria. Ese tipo de cosas sólo empezaban por una razón: algún chico. Éste o aquel, daba igual, pero siempre era algún chico. Así que recordar porqué había empezado a fumar sería recordar algo doloroso, o al menos, incómodo...
-Llegará el día en que te arrepientas y que lo intentes dejar.- Siguió Roger.
-Pero ese día aún no ha llegado-
Roger calló un rato corto. La miró con disimulo intentando ver qué iba mal.
-¿Estás bien?- Le preguntó al fin.
-¿Me ves mal?- Respondió ella.
Pero, al menos físicamente, nada iba mal. La verdad es que estaba guapísima. Como siempre. Sólo que no tenía ese encanto ligado a su buen humor. Estaba "grismente atractiva" en el sentido de que su enfado para con el mundo conseguía que tuviera una belleza sobrecogedora. Muy seria. Roger no sabía si le gustaba este cambio. Probablemente no. Prefería a la Poppy que se reía como una descosida tras sus gorros y sus pañuelos. Era como un sol. Y ahora parecía más bien un nubarrón gris, elegante pero turbador.
-Vamos, que tengo mal aspecto... encima eso.-dijo ella al ver que Roger no respondía. Y mientras sujetaba el cigarro en los labios revolvió su bolsa en busca de maquillaje.
-No, no, que no es eso... estaba pensando. Estás bien, como siempre. Pero estás... ¿peleada con la vida?-
Se puso las gafas de sol y con el semblante más serio que en el funeral de Vicenta le dijo a Roger:
-Digamos que como esa pareja, hemos dejado de querernos-
lunes, 23 de abril de 2012
El kilo de sardinas de rodin
Me senté en el muelle a mirar como descargaban los barcos. Aún no había salido el sol casi, y a mí no se me había ocurrido nada mejor que salir a la calle. A dar un "voltio". Y mientras los pescadores iban de acá para allá estuve entretenida... el problema fue cuando se metieron todos en la lonja a subastar.
Ya lo había visto muchas veces, desde que era pequeña y mis padres nos llevában a Fadrique, a Miguel y a mí a ver el evento. Realmente era todo un espectáculo: peces espadas desangrándose en el suelo y mucha gente alrededor escuchando a otro que recitaba números a toda velocidad como si su vida dependiera de ello.
El caso es que mientras ellos se metieron en el edificio me quedé yo en el silencio del día y con el ruido ensordecedor de mis pensamientos.
What was going wrong? I didn't know, but surely something was working the other way round... I wanted things I didn't have, and when I had them, suddently they became stuff I had no intention to keep anymore. Somehow they lost their charm... if they ever had it.
But was I actually doing it? Maybe it was just my impression... or maybe I got bored of them because they wouldn't pay me attention. Or perhaphs it was the fun I had while trying to obtain them what was important to me. Was I hurting anyone by doing it (If I was doing it)?
I had no idea... about anything. That used to be my main conclusion those days. I would only admit that I desperately needed to feel wanted, interesting... substantial. I didn't know how was I meant to get that, if it should be at a party, from some friendship, from a job... but I wanted it, and maybe I wouldn't play nice in order to obtain it.
Así que mientras mis pensamientos se iban volviendo más complejos y más oscuros decidí salir de esa calma que me dejaba pensar: entré en la lonja y me llevé un kilo de sardinas a casa, esperando que a éstas no les diera por darme conversa y alentar mis pensamientos en el camino de vuelta a casa.
viernes, 20 de abril de 2012
Saltando los charcos de abril
Ahí va Poppy, con sus botas de agua intentando sortear los charcos de la calle Luchana. No hay nadie fuera, será porque está chispeando, y a las señoras no les gusta que la lluvia les despeine el tocado de los miércoles y a los señores el mal tiempo les disgusta... aunque no a todos.
Ella sigue como si nada, en el fondo, las gotas son como besos pequeñitos en la cara. Y a veces, los besos de la lluvia son los más sinceros del mundo, la ternura del ambiente. Llega al final de la calle y decide dar media vuelta: arriba y abajo, arriba y abajo... lleva así toda la mañana, pero con música que le acompaña. Un grupo desconocido, pero interesante.
Al llegar al otro extremo de Luchana, Poppy se sienta en un banco a mirar el cielo gris. En Madrid los días grises no son como en Londres, allí la niebla baja hasta la altura de la barbilla y es imposible ver nada... tiene un punto romántico, misterioso... aquí son días tristones, de asfalto. Son días en los que hay que entornar los ojos porque la luz molesta.
La verdad es que lo de estar hecho un lío no ayuda, Poppy se coloca mejor el gorro y trata de aclarase la cabeza. ¡Ójala estuvieran Fadrique y Miguel para contarles todo! Pero sus dos hermanos se han ido a casa de Vicenta, y no volverán hasta dentro de varios días.
Quiere que llegue mayo... ¿o no? "Ahh... ya no sé nada de nada". Y tratando de despejarse de nuevo Poppy continúa su paseo por la calle Luchana: arriba y abajo, arriba y abajo... hasta que llegue la hora de comer.
miércoles, 18 de abril de 2012
Otro banquero
¡Pues no! ¡Os digo que no seré otra banquera más! Claro, que uno puede llegar a corromperse por el camino... pero esa no es mi idea. ¿No se puede creer en la integridad de la persona? Parece que ni en el ámbito amoroso nadie cree en lo duradero... y no hablemos de ideales, visto lo visto.
Me apetece ver una catedral (me sirve la de Burgos, aunque ahora que lo pienso no tiene que ser una catedral... arquitectura, lo que sea que despierte los sentidos. Hay mucha gente no parece tener la capacidad de apreciar el arte de esa forma). También podría ser algo de Goya, pasando a la pintura. Y que duela la belleza: sufrir el mal de Stenhal mientras miro al "Pelele" o al retrato de Jovellanos... ¡Pobrecillo! Él sí que tiene pinta de estar pensando en cómo narices solucionar las cosas. Ellos estaban tan mal como nosotros, pero hace muchos años.
El caso es que no, yo no me metí en estas carreras para ser una niña de papá. Tampoco fue porque no sabía qué hacer con mi vida, y reconozco que me apetece ponerme un puño americano y estampárselo en la cara a todo el que me diga todo esto (y otras cosas). A mí me gustaban los mercados, me fascinaba su funcionamiento, y mi mayor aspiración era conocerlos a fondo... para cambiarlos.
Si, un pensamiento muy naive, inocentón. ¿Pero qué le vamos a hacer? Quiero pensar que no acabaré en alguna sucursal de alguna empresa capitalista agresiva... (Nótese que digo "acabar", es decir, para cambiar la situación actual es preciso conocerla, y por lo tanto me permito la licencia de confraternizar con el enemigo... por un tiempo)
En fin, sería agradable acabar siendo divulgadora económica... alguna eminencia que supiera cómo solucionar los males de la economía global y que hallara la clave para eliminar los desequilibrios mundiales (entre individuos y a lo largo del tiempo)... sí, sí, sí, sería muy bonito y claramente gratificante. Pero creo que me conformo con encaminarme hacia esa utopía y mientras tanto, hacer de mi "micro-cosmos" particular un sitio mejor.
martes, 17 de abril de 2012
El Juicio
Horrible, sencillamente horrible. Todos me rodeaban, a mí, el pobre escritorzuelo que no se enteraba de nada. Todos con sus túnicas oscuras y sus pelucas empolvadas mirándome desde lo alto.
Yo, ¡pobre escritor! con las sienes ya grises y la piel amarillenta de pavor. No había hecho nada, ¡nada! Pero no me creían...
"Número de acusado 0092381776, pase a declarar"
Subí a la tarima de metal arrastrando la angustia, más pesada que los grilletes, y miré al foco y les conté qué había pasado: "Salí la mañana del 10 de abril con el cuaderno de notas a los Jardines de Bonnette, había gente, mucha gente. Y hacia el mediodía comencé a escribir... ¡No pretendía publicarlo! ¡De verdad que era únicamente para mí mismo! Y me dejé llevar... por el aire, por el ambiente, por los enamorados que pasea-"
"Suficiente"
Me hicieron sentar a golpe de barra de metal. Ojos inyectados en sangre. No, por supuesto que no había sido suficiente. Claro que no me creían y pensaban que escribí todo aquello para divulgarlo...
"Sabe el delito del que se le acusa, ¿verdad? c u r s i l e r í a. Y es muy grave, caso 0092381776, la pena es la muerte, a no ser que las medidas correctivas no tengan efecto."
"¡Pero no fue a propósito! ¡De verdad! ¡¡CRÉANME!! ¡Yo sólo escribo de lo que veo, y la mañana del 10... la mañana del 10...!!" Pánico en mi voz.
"Suficiente. Principio de reacción. Procedan"
-Llegaron los hierros al rojo, y clavé mis pupilas en el tribunal como se clavaron los hierros en mi carne. Gritos espantosos que ni yo mismo me creía capaz de emitir. Ví el parque, te ví subida en la barca. Persona ahora sin nombre. Como siguiera aquello serías persona sin rostro.
-Llegaron las descargas, y lloré lo que lloran las cascadas con el deshielo. Las togas seguían impasibles. Olvidé de pronto cómo te movías, pasaste a ser una imagen fija, estática.
-Llegaron la sal y el limón a mis heridas abiertas.... y definitivamente te olvidé: causa de mis escritos, motor de mi esfuerzo y meta abstracta. Ya no estabas.
Humeaba: literalemente desprendía humo y olía a quemado. Caí al suelo de mármol de la sala sin poder casi respirar. Deshecho de persona... lo que quedaba de mí. Y cuando me soltaron, tras caminar sin rumbo por la ciudad, llegué a los Jardines de Bonnette. Estaba tu barca, estaba tu brisa... pero no te recordaba.
Metí la mano en el bolsillo y encontré una nota, palabras puestas en tus labios siglos atrás. Ya no tenía lágrimas que llorar, pero volví a recordarte y supe que te habían llevado, que ya no estabas. Loco de pena marché al estanque, tomé tu barca y tras montarme, la impulsé al centro, lejos de toda orilla.
Salté con todas mis fuerzas. Agua fría. No sabía nadar. Aquí contigo o en ningún lugar.
Yo, ¡pobre escritor! con las sienes ya grises y la piel amarillenta de pavor. No había hecho nada, ¡nada! Pero no me creían...
"Número de acusado 0092381776, pase a declarar"
Subí a la tarima de metal arrastrando la angustia, más pesada que los grilletes, y miré al foco y les conté qué había pasado: "Salí la mañana del 10 de abril con el cuaderno de notas a los Jardines de Bonnette, había gente, mucha gente. Y hacia el mediodía comencé a escribir... ¡No pretendía publicarlo! ¡De verdad que era únicamente para mí mismo! Y me dejé llevar... por el aire, por el ambiente, por los enamorados que pasea-"
"Suficiente"
Me hicieron sentar a golpe de barra de metal. Ojos inyectados en sangre. No, por supuesto que no había sido suficiente. Claro que no me creían y pensaban que escribí todo aquello para divulgarlo...
"Sabe el delito del que se le acusa, ¿verdad? c u r s i l e r í a. Y es muy grave, caso 0092381776, la pena es la muerte, a no ser que las medidas correctivas no tengan efecto."
"¡Pero no fue a propósito! ¡De verdad! ¡¡CRÉANME!! ¡Yo sólo escribo de lo que veo, y la mañana del 10... la mañana del 10...!!" Pánico en mi voz.
"Suficiente. Principio de reacción. Procedan"
-Llegaron los hierros al rojo, y clavé mis pupilas en el tribunal como se clavaron los hierros en mi carne. Gritos espantosos que ni yo mismo me creía capaz de emitir. Ví el parque, te ví subida en la barca. Persona ahora sin nombre. Como siguiera aquello serías persona sin rostro.
-Llegaron las descargas, y lloré lo que lloran las cascadas con el deshielo. Las togas seguían impasibles. Olvidé de pronto cómo te movías, pasaste a ser una imagen fija, estática.
-Llegaron la sal y el limón a mis heridas abiertas.... y definitivamente te olvidé: causa de mis escritos, motor de mi esfuerzo y meta abstracta. Ya no estabas.
Humeaba: literalemente desprendía humo y olía a quemado. Caí al suelo de mármol de la sala sin poder casi respirar. Deshecho de persona... lo que quedaba de mí. Y cuando me soltaron, tras caminar sin rumbo por la ciudad, llegué a los Jardines de Bonnette. Estaba tu barca, estaba tu brisa... pero no te recordaba.
Metí la mano en el bolsillo y encontré una nota, palabras puestas en tus labios siglos atrás. Ya no tenía lágrimas que llorar, pero volví a recordarte y supe que te habían llevado, que ya no estabas. Loco de pena marché al estanque, tomé tu barca y tras montarme, la impulsé al centro, lejos de toda orilla.
Salté con todas mis fuerzas. Agua fría. No sabía nadar. Aquí contigo o en ningún lugar.
jueves, 29 de marzo de 2012
Un cambio, una pausa
Me he cansado de mirar por la ventana y ver siempre lo mismo.
Mentira. En realidad sí que podría seguirlo haciendo, pero en el fondo quiero un cambio, una pausa.
Quiero levantar las persianas, abrir las contraventanas y ver que mi casa se ha marchado a otro sitio. Me sirve Roma, me sirve el mar, me sirve el modernismo y me sirve el lejano oeste. Todo me sirve. Pero no quiero ver "la plaza de los niños", no quiero pasear por mi calle, no quiero tomar más el sol sobre el baldosín catalán de la terraza y no quiero acercarme a ver cómo están las acacias de la Castellana...
Mentira. En realidad sí que quiero hacerlo, pero en el fondo exijo un cambio, una pausa.
Quiero hacer fuego en el campo, quiero que me llueva, que diluvie; quiero ir en pantalones cortos y con sombrero, quiero tumbarme en la hierba y que luego me pique todo el cuerpo por la urticaria... quiero ver otra ciudad, quiero conducir, quiero estar en casa... sentirme en casa, en mi otra casa. Quiero tomar helados que no sean de Palazzo, quiero llevar las gafas de sol en una ciudad que no sea Madrid, quiero que me hagan reír a carcajada limpia.
Mentira. En realidad podría seguir con los helados de Palazzo y paseando por la Gran Vía, pero en el fondo quiero un cambio, una pausa.
Adoro esto. Siempre lo he adorado, es verdad, pero quiero nuevos aires para poder seguir escribiéndo sobre lo mucho que me gusta mi ciudad... No me lo tengas en cuenta, Chamberí. Estaré de vuelta pronto poniéndote en una nube.
lunes, 26 de marzo de 2012
Apasionadamente racional
¡Qué absurdo! Nada tiene mucho sentido estos días. Fadrique y yo nos reímos otra vez. Salimos a la terracita amarilla y nos ponemos a mirar abajo abajo a la gente caminando por la calle. Antes habríamos abierto la manguera de regar y les habríamos regado a todos. Pero hemos crecido, y ahora hacemos otro tipo de travesuras de hermanos.
"Poppy, eres como una balanza. Pones la cabeza a un lado y el corazón al otro y se equilibran bastante bien." Yo me río, pero me doy cuenta de que es verdad. "Es agradable controlar la situación" le digo a mi hermano "saber que hay ganas de llorar, pero que no existe verdadera necesidad, y parar el carro antes de que se desborde la parte irracional que llevamos dentro. Es como si te agarraras a una rama sólida estando subido a la copa del magnolio en medio de un vendaval. Es... emocionantemente acogedor."
Ahora se ríe él. "Lo solucionarás, ya verás. Pero sigue con el balance, te hace bien." Me guiñó un ojo y se acercó a la manguera verde. "¡Espera! Voy a llamar a Michael. ¡¡Miiiiiiick!!". Y cuando salió el pequeño de los tres hermanos abrimos la manguera y, entre risas, regamos a los transeúntes.
sábado, 24 de marzo de 2012
Maneras de expresarse
Ya ha anochecido y las farolas sólo iluminan la mitad de las siluetas de las cosas, el cielo está de un azul calmado y los balaustres de casa vigilan toda la calle desde lo alto.
Yo estoy dentro, espero. Espero muchas cosas. Demasiadas. Pero al menos espero con esa ilusión tonta que hace que resulte agradable la espera, incluso aunque acabe siendo infinita. Eso, una espera infinita. Un ocho tumbado... de tristeza, de felicidad. Ambas ahogan el pecho, pero de igual forma nos recuerdan que estamos vivos.
Ahora el cielo parece una masa densa, está todo tan oscuro que por la ventana sólo veo mi propio reflejo. Si no os importa, me marcho, ya no tengo nada más que escribir... no transmitiría nada. Voy a bailar en mi salón, porque así sí será como sacar todo lo de dentro y estaré como nueva para cuando llegueis.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Piove
Sale del gran edificio, lleva los cascos puestos y no oye nada. Nada. Llueve bastante. Una voz canta y mata el silencio, acompañada de guitarras desenfadas y de unas baquetas que no paran de moverse. No hace frío.
Se moja los pies en todos y cada uno de los charcos de la cuesta recién adoquinada. Con carácter. Pese al agua incómoda, él sonríe al anacrónico cielo gris primaveral, y sigue metido en el universo de los cascos. Chaf, chaf, chaf...
Llega a la bici, aparcada en una esquina al lado del césped; ahora una guitarra acústica y un saxo sustituyen a la banda y el chico mira a un lado y a otro antes de ponerse en movimiento. Le dan las gotitas de lluvia de pleno, como provocándolo, pero a él le resbalan sin más por la cara. Y continúa con la calma del cable.
Aparca la bici resguardada de la lluvia, dormirá allí hasta mañana.
lunes, 19 de marzo de 2012
Carreras de galgos
Era una mañana curiosamente cálida puesto que estábamos en marzo y aquí eso no suele ser así. Yo necesitaba chocolate y distracción, y el bueno de Roger me llevó a las carreras de galgos. "Poppy, te sentará bien, llevas toda la semana trabajando por encima de tus posibilidades; y ahora que tu salud ha mejorado, necesitas salir y tomar un poco el aire. Así que arréglate y vámonos a las pistas."
La verdad es que yo no tenía ganas de ir a ningún lado, y menos a ver correr a unos pobres perros detrás de un juguete mecánico. Pero Roger me conocía bien, y visto que en contadas ocasiones tenía razón decidí hacerle caso y así salimos los dos de la casa, él con su traje gris claro y su sombrero y yo con mi vestido rojo oscuro y mi pamela.
Ibamos dejando atrás las afueras de Londres en el automóvil; y mientras nos adentrábamos en la capital, yo iba pensando en mis tristezas varias. Desde el asiento del conductor, Roger me miraba refilón y sé que estaba preocupado, desde que caí enferma lo estuvo. Era muy bueno, este Roger, y yo le quería muchísimo.
Llegamos al estadio, allí estaban todos los caballeros con sus sombreros oscuros de copa, y el resto de señoras, contoneándose con sus vestidos de colores y sus tocados. Entonábamos bastante bien Roger y yo con la multitud, pero yo estaba muerta de miedo. La sociedad. Me agarré a su brazo como quien se agarra a un bote salvavidas en un naufragio, y fuimos los dos sorteando pimpollos hasta sentarnos en las gradas a ver la primera carrera. Ganó un tal "Naccio".
Había una docena de perros en el estadio; todos con sus cartelitos de colores y sus números. Según un par de gordas de nuestra izquierda, la carrera importante se disputaría entre dos canes: "Trencadis" y "Seto", el resto no tenían posibilidades, y al parecer todo el mundo había apostado grandes sumas para acertar quién se llevaría el premio aquella mañana. Me entró mucha curiosidad por ver a los dos galgos, así que dejé a Roger en la grada y bajé a pie de pista para verlos mejor.
Los tenían al margen del resto de perros, sin participar en las carreras menores, esperando al gran encuentro del mediodía. Uno canela con el cartel azul, el otro de pelaje más oscuro y con el cartelito verde. Con sus respectivos cuidadores, cepillándolos con primor. Eran bien elegantes los dos.
Y en ese momento, sin previo aviso, me apeteció con locura apostar. Les eché un último vistazo y subí con determinación las escaleritas intentando no tropezarme con nadie en mi camino hacia la taquilla. Roger se levantó de su asiento y vino volando hacia mí, me alcanzó en la cola de la dichosa taquilla.
-¿Qué haces?
-Voy a apostar.- le dije
-¡¿Qué?! ¿Por qué? ¿Qué necesidad tienes tú de apostar? Hemos venido únicamente a pasar la mañana, Poppy, no digas tonterías.
-¡Qué no, Roger! Me apetece mucho, es... importante.
-Deje apostar a la señorita, caballero.- Dijo una voz a nuestra espalda.
Un hombre con un traje claro esperaba justo detrás de nosotros para realizar su apuesta.
-Por quíen va a apostar, señorita, quizá puedo aconsejarla.-
-"Trencadis", sé que no es algo muy patriota, sabiendo que no es inglés... pero tengo un presentimiento.-
-Bueno, sin duda, sabe lo que hace, pero de todas formas le digo que "Seto" va a ganar este torneo.- y luego le dijo a Roger- Déjela jugar, es un pasatiempo como otro cualquiera y no hará mal a nadie-
Roger se calló, pero me miró con esa cara de querer decir algo pero ser demasiado cortés para soltarlo en público.
-Para "Trencadis"- le dije a la mujer que me atendió. Y antes de soltar el fajo de billetes eché un último vistazo a mi apuesta, la cual jugueteaba abajo en la pista.
-Mucha suerte, señorita- Me dijo el hombre de detrás cuando me dieron el boleto. Yo incliné la cabeza levemente y me marché con Roger a mi espalda.
Nos volvimos a sentar en las gradas, yo sujetaba el papelito como una posesa y mientras tanto preparaban a los galgos. Damas y caballeros, acomódense, la Gran Carrera del Mediodía va a comenzar. Decían por los altavoces. Con ustedes "Terry", "Box", "Naccio", "Hamlet", "Ribbert", "Jo", "Peck", "Angie", y por supuesto "Seeeeeto" y "Treeeencadiiis". Miré a Roger nerviosa, y le sonreí con culpabilidad. Era un juego, si perdía mi depresión no se vería muy afectada. Él me sonrió ligeramente, me rodeó con un brazo y con la mano que le quedaba libre tomo mi mano tensa, la que sujetaba el boleto.
Preparados, listos... ¡PUM! El disparo marcó el comienzo de la carrera y en seguida quedaron todos los galgos atrás... menos "Trencadis" y "Seto". Los hombres se levantaban de las gradas, las mujeres se abanicaban exaltadas y unos y otros miraban ansiosos por los binoculares que traían. Por los altavoces el comentarista seguía retransmitiendo quién le sacaba una cabeza a quién, pero yo ya no oía nada, y me limitaba a mirar a los dos galgos correr detrás del conejo de mentira. Esas dos figuritas, una clara y otra oscura, que corrían sin saber que el dinero de mucha gente dependía de ellos. A mí el dinero me daba igual, como decían algunos del vecindario "hay cosas que uno las hace porque tiene un feeling"
-¡¡Roger, hemos ganado, hemos ganado, hemos ganado!!- Grité cuando acabó la carrera. Le abracé con todas mis fuerzas y le dí el boleto. -Ya está, no necesito apostar nunca más.-
-Vamos a recoger el premio y nos marchamos- Me respondió él, sonriendo.
Y arriba, tras recoger la recompensa, le volvimos a ver, al señor de traje blanco.
-Mi más sincera enhorabuena, señorita. Tiene usted buen ojo con los canes.-
-Gracias, pero ha sido mero azar-
-No, de veras que lo tiene. Mi perro ha ganado de una forma espléndida, y usted ha sabido verlo pese a lo que yo le he dicho.-
Me quedé perpleja y miré a Roger, quien estaba igual de perdido que yo.
-¿Usted es el dueño de "Trencadis"?- Le preguntó.
-Ciertamente- Se limitó a decir, y tras quitarse el sombrero y hacernos una leve reverencia se fue derecho a la salida del estadio seguido de unos cuantos periodistas que habían conseguido alcanzarlo.
-Espera, Roger, quiero hacer una cosa antes de que nos vayamos.-
Salí pitando hacia la pista, salté a duras penas la verja que separaba las gradas de la hierba y llegué justo para parar al cuidador de "Trencadis". "¡Espere!" Me acerqué al can y le acaricié el cuello "Buen chico, buen chico, lo has hecho bien... ya sabía yo que podía fiarme de tí". El perro pareció sonreirme orgulloso. "Eso era todo, perdone". Y dejé marcharse al cuidador con su animal, sintiéndome satisfecha.
Llegué hasta Roger, me ofreció el brazo, pero en vez de eso, le tomé de la mano con soltura. Y fuimos andando hasta el automovil, para volver a nuestro caserón.
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